No hay día que no salga algún caso de
corrupción. Ya estamos llegando a un nivel que pese a ser España y estar hechos
a todo uno no deja de sorprenderse. Algunos casos son gravísimos, como el de
Francisco Granados, número dos de Esperanza Aguirre, el mismo que salía dando
lecciones por televisión diciendo que el que hubiera metido la mano en la caja
a la cárcel devolviendo lo robado. Ahora es huésped de la cárcel que él como
político inauguró. Moraleja: no podemos fiarnos ya de nadie.
Me pregunto esta gentuza qué tragaderas
morales tendrán, qué pasará por sus cabezas cuando, sabiendo el dineral que se
están llevando (y robando) qué pensarán, que pasará por sus mentes cuando vean
gente llorando perdiendo sus viviendas, jóvenes destrozados como yo por el paro
al borde de la depresión y otros del suicidio, gente emigrando con una mano
delante y otra detrás para buscarse la vida, gente trabajando por 400 euros
para subsistir. No puedo entenderlo. Quizás sea la maldad humana que todos
albergamos en nuestro interior. No le encuentro explicación.
Ante tanto cretino, tanto criminal, tanto
ladrón y tanto sinvergüenza, en contraposición a esta mugre, a esta chusma que
son los que han arruinado España, nuestra España, hay otras personas dignas de
todo lo bueno que puede albergar un ser humano que empleando su dinero y su
trabajo en causas nobles dedican, emplean y gastan su tiempo en esas nobles
causas, y el tiempo es lo más valioso que tenemos, porque se va y no vuelve. El
dinero más mal que bien se puede recuperar, el tiempo nunca.
Este verano tuve oportunidad de verificarlo
de primera mano.
Volviendo una tarde-noche con la bici de una
ruta ciclista me encontré muy cerca de mi casa, en un descampado, un pobre
gatito de tres meses como mucho. No podía abrir los ojos, de hecho pensé que
estaba ciego el pobre, estaba repleto de moscas y parásitos a la espera del
fatal desenlace. El pobre animal apenas si podía maullar de lo afónico que
estaba de llorar. Sin entrar en más detalles le recogí como pude con una bolsa
de cómo estaba de suciedad y de parásitos para al día siguiente llevarlo a
alguna protectora de animales donde pudieran hacerse cargo de él y buscarle un
hogar, ya que en mi casa mis padres de ninguna manera me permiten tener
semejante criatura. Y claro, sin trabajo y sin paro ni nada a dónde voy a ir.
Ni para pagar 200 euros de un alquiler de una habitación.
Cuál es mi sorpresa cuando al día siguiente
descubro que en ningún sitio me lo recogen, que la única protectora que hay en
mi ciudad al día siguiente dejaba de ser protectora para pasar a ser una
desratizadora, imagínense la suerte que iba a correr el gatito. Para robar
millones de euros si hay dinero, para abrir que Artur Mas siga abriendo
embajadas sí hay dinero, para mantener una perrera municipal no hay dinero.
Entre pitos y flautas, pues no es el tema en
cuestión le tuve dos meses conmigo buscando una solución digna para el animal. Me
le llevé de vacaciones conmigo para no tenerle recluido en casa de mis padres
en dos metros cuadrados.
Estando de vacaciones en la Comunidad
Valenciana y preguntando a varios vecinos descubrimos que cerca del apartamento
hay una protectora de gatos. Por causas que igualmente no vienen a cuento ya
estaba desesperado y no sabía qué hacer con el animal pues el tiempo se me
terminaba, aunque de mil amores me le habría quedado, pero no era posible. Entonces
nos acercamos al refugio a preguntar, y es cuando descubrí, y esto es de lo que
quiero hablar, a unas personas que en contraste con los ladrones de las
tarjetas black, del pelotazo inmobiliario, del contrato a dedo y me llevo el
3%, descubrí una gente que acudía allí a trabajar gratis por los animales.
Poniendo su dinero, el que seguro no les
sobra, su trabajo, su experiencia, su valía, su conocimiento personal, su
tiempo. Era admirable lo bien que nos atendieron en nuestras dudas, el tiempo
que nos dedicaron sin pedirnos nada a cambio, subrayo esto último, sin pedir
nada a cambio. Nos contaron que para mantener aquello únicamente se
financiaban mediante aportaciones privadas, no recibían ningún dinero público.
Tan solo el ayuntamiento les cedió un edificio en medio del campo abandonado,
en estado salvaje, sin agua ni luz, frecuentado por okupas y gente de mal
vivir. Las instrucciones fueron: tirar la puerta abajo y de momento allí os quedáis.
Y allí llevan doce años donde ellos han hecho todo cuanto aquello es, pues es
evidente que para tener a cien gatos necesitas una instalaciones, unas jaulas,
habitaciones, mallas para que no se escapen, etc…
Ellos tienen que hacerlo todo, nadie les ayuda,
y lo hacen por el amor a los animales. Tienen una pequeña tienda en el centro
de la ciudad donde la gente puede donar cosas y lo que sacan es para la
asociación. No sé si Montoro les perdonará pagar el IVA, el IBI o el UBU, o
cualquier día mandará a sus inspectores a clausurar la tienda si no pagan. Los
gastos que tienen son enormes, pues tienen en el albergue más de cien gatos,
que necesitan comer, beber, ser atendidos con medicinas. Ellos castran a los
gatos cuando el animal llega al refugio, cargando con los gastos que tienen
cada castración que no son precisamente 20 euros.
Por cierto, la señora, veterinaria de
profesión, se llama Luisa. Como Luisa y sus compañeros que acuden allí a
trabajar de forma altruista hay otras muchas personas en España que ellos son
los que representan la dignidad humana en su más pura representación. Gente
como Luisa que ayudan a las personas o los animales o al medio ambiente o rehabilitan
trenes viejos o aviones y que sin ningún género de dudas hacen del mundo un
lugar más habitable, más humano, muchísimo mejor. A ellos les debemos que el
mundo funcione de una forma más humana. Al contrario de lo que piensa Homer
Simpson, que cree que es gracias al alcalde Quimby por lo que los trenes llegan
puntuales a sus lugares, gracias a gente como Luisa hay muchas más personas que
recogen gatos, perros y hasta personas, que ya es decir. Personas que van a
trabajar gratis a Cáritas, a un comedor social, a la Cruz Roja, al banco de
alimentos y a otros muchos sitios que ahora no se me ocurren.
También puedo hablar de personas que
anónimamente echan de comer a animales callejeros, gastando su dinero y en no
pocos casos arriesgándose a que encima les planten una multa. Encima.
Viendo esto te das cuenta de que no debemos
nada a la gentuza que nos desgobierna, porque solo se sirven a ellos y a sus
intereses y nos ven como meros peones, números de los cuales sacar una
estadística y un beneficio.
Como Luisa hay gente que ocupa su tiempo en
rehabilitar un tren abandonado para conservar el patrimonio histórico
ferroviario, o la fundación infante de Orleans con los aviones, o gente que
pone dinero para rehabilitar y mantener tal o cual iglesia.
Sirva esta humilde entrada a modo de homenaje
a todas esas personas que emplean su tiempo libre de ocio en nobles causas. Su
labor es impagable y sin duda, como digo, hacen del mundo un lugar mucho mejor,
mucho más habitable, mucho más humano.
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