jueves, 27 de marzo de 2014

La Liberación de Madrid

La mañana del 28 de marzo de 1939 amaneció de un resplandeciente azul. Era un martes extrañamente tranquilo. Ni siquiera se oía el sordo ronroneo de los camiones. La actividad había disminuido mucho en la calle desde la sublevación de Casado, tres semanas atrás; los cuchicheos en la cola de abastecimientos –pues en las tiendas ya no había otra cosa que cuchicheos- arrojaban pocas dudas sobre el final de la guerra. El tono era confidencial, pero ya se había perdido el miedo: “estos cabrones mueren matando; hace cuatro días” –anunciaba una mujer de mediana edad- “encontraron a unos militares paseados en Cuatro Gatos, ahí en El Pardo”.
Los chinos –que es como se conocía popularmente a los comunistas- encontraban tiempo de ajustar cuentas aún en el infierno.





 

En las calles del centro reinaba un sereno desorden. Sobre el pavimento, las insignias del ejército popular, los distintivos de mando, gorras, cartucheras, botas, las guerreras. Los críos asomaban y, curiosos, iban tomando atrevimiento para entrar en los cuarteles. Sólo silencio. En las escaleras, un solitario joven con los ojos bien abiertos y un ceñido reguero escarlata descolgándose de la sien a la mandíbula. La Astra 400 le había caído entre las piernas. Un pequeño de ocho años que rondaba entre las cañerías se le quedó mirando fijamente antes de echar a correr. Había visto algún que otro muerto, pero ninguno tan de cerca.

 

Súbitamente, la ciudad comenzó a cobrar vida. En la Avenida de Rusia –pronto José Antonio- aparecieron las primeras banderas blancas a eso de las ocho de la mañana; un requeté encaramado al palacio de la Prensa la había izado antes que nadie.
 
 
 
 

 

En la glorieta de Atocha un hombre ya en la cincuentena paseaba nerviosamente de un lado a otro –hacía casi tres años que aguardaba la ocasión-, tocado con un cuidado bombín azabache. Los viandantes no parecían reparar en tan singular circunstancia –los rojos no llevaban sombrero- pero él, en el entusiasmo de aquella mañana en que volvía a reír la primavera, no lo dudó:

-¡¡Viva el Generalísimo con siete cojones y medio!! –y se descubría la calva, eufórico, agarrando el hongo con decisión, como lanzándolo hacia el cielo.
 
 
 

 

Una mujer que cargaba un pequeño cántaro de latón, acarició suave la pelambrera de su hijo de trece años:

-Anda, Antonio, vámonos a casa.

Por la calle Santa Isabel subía un vehículo ruidoso. Los niños gritaban, atropellándose unos a otros, “vienen los de la ceneté”. Las banderas desplegadas, rojas y negras, flameaban en el aire transparente, y cantaban también algo de una revolución pero no, no eran de la CNT.

-Y tú ¿qué sabes?

-¿Qué no ves que regalan pan, eres tonto o qué?
 
 
 

Bajaron de los coches - sobre uno de los laterales podía leerse “Auxilio Social”- y extendieron una bandera roja y amarilla. También a los niños les repartieron una hogaza de pan, que devoraron con los ojos como platos. Mientras masticaban, repararon sin darle importancia en que de los balcones colgaban muchas otras banderas como aquella, también rojas y amarillas.
 
 
 
 

 

Por las principales arterias de la ciudad, grupos de jóvenes recorrían las calles tan exultantes de alegría que literalmente brincaban, levantando el brazo y vitoreando a Franco. Las mujeres saludaban de la misma manera, y muchas lloraban al ver los uniformes legionarios. Se habían abierto las trampillas, los sótanos, los agujeros desde los que durante mil días habían visto pasar la guerra tantos madrileños. Las victorias se sucedían, pero Franco parecía no llegar nunca a Madrid. Los rojos habían prometido que no pasarían –los rojos habían prometido tantas cosas…; pero sí, habían pasado.
 
 
 

 

Atrás quedaba la pesadilla del Madrid de Largo Caballero, de Prieto y don Negrín, el Madrid de la cochambre que pronto cantara la Gámez con genuino choteo lunfardo.
 
 
 

También se entusiasmaba Ramper, aquél magnífico payaso al que los comunistas tenían particular ojeriza, primero por ingenioso -Jardiel había glosado su agudeza-, y después por su irritante costumbre de salir a escena cargando un saco al tiempo que voceaba “Serrín de Madrid”, pronunciado de tal modo que parecía anunciar la rendición de la capital. Los chinos, claro, habían jurado matarle.

 

De Miguel, el segundo de la Falange en Madrid, había dado la orden de que se abriesen las cárceles. Los funcionarios obedecieron sin rechistar, y los presos salieron de inmediato. Muchos de ellos formaron entre quienes desarmaran, pocas horas después, a los soldados enemigos en retirada. Las comunicaciones estaban aseguradas, pues la mayoría de los trabajadores y empleados eran simpatizantes de los nacionales, y los que no, estaban sencillamente hartos de los suyos y de la guerra. El suministro de agua se mantuvo con normalidad; la Junta de la Falange clandestina se hizo cargo de todo con llamativa eficacia, terminando por dar la razón a Mola en aquello de que sería la quinta columna la que tomase Madrid, aunque tardase algo más de lo previsto.
 
 
 
 

 

Esa quinta columna había hecho superflua una conquista a sangre y fuego de la capital. Avalados, además, por años de sufrimiento, persecución y muerte, los miembros de aquella Falange constituyeron un eficaz freno a la hora de contener las ansias de revancha de algunos de entre los conquistadores que, embriagados de victoria en aquella hora de triunfo, se habían conjurado para devolver mal por mal, cobrándose venganza de los años de crimen frentepopulista.
 
 
 
 

 

A media tarde ya corrían por la ciudad la leche condensada, el chocolate y el fiambre. Las restricciones vendrían más adelante, pero esos primeros días colmaron las más audaces fantasías de los madrileños. Toda esa abundancia gratuita se disparó en forma de rumor con la velocidad que es de suponer. Era inevitable no sentir un inmenso agradecimiento hacia aquellos que, en lugar de asesinar, violar y saquear –como la propaganda roja había mentido, tratando de galvanizar las últimas energías de una resistencia criminal- traían con ellos el pan de la alegría.
 
 
 
 

 

Pero los nacionales no venían únicamente con ese alimento. Al joven Pablo le detuvo un capitán requeté junto a la puerta de su casa. Le entregó unas cuantas onzas de sucedáneo de chocolate, que le supieron a gloria, mientras daba caladas a un esmirriado pitillo liado apresuradamente. Calculó que el chico tendría unos doce años.

-A ver, hijo, ¿puedes recitarme el padrenuestro?

Pablo le miró atónito. Aunque su madre había cobijado durante toda la guerra un par de cálices y unos misales, no sabía de qué le estaba hablando. Y tampoco en su colegio, incautado por Izquierda Republicana… pues ¿qué sería eso del padrenuestro?

-No, no señor, no lo sé –compuso un gesto entristecido mientras hacía ademán de devolver las onzas de chocolate.

- Quédatelas, son para ti.

Aquel oficial, que jamás había dudado, tuvo entonces la certeza, como nunca antes, de saber por qué había luchado durante tres años.
 
 
 
 
 
 
 




 
 

Un día antes del citado 28 de marzo, las tropas rojas con sus jefes a la cabeza se habían entregado al General Eugenio Espinosa de los Monteros y Bermejillo, que con las tropas de los Coroneles Eduardo Losas, Joaquín Ríos Capapé y Caso cercaban Madrid, pero no entraron hasta el día 28. Fue el Coronel republicano Adolfo Prada Vaquero quien rinde Madrid al Coronel Eduardo Losas, jefe de la 16ª División entre las ruinas del Clínico.
 
 

Los falangistas de la 5ª Columna sobrevivientes a la masacre realizada en la capital de España por los rojos, se hicieron con la ciudad. Montados en camiones y agitando Banderas Nacionales, Banderas de Falange y también del Requeté recorrían las calles gritando “¡Franco, Franco, Franco! ¡Arriba España!”. En poco tiempo, otros grupos de jóvenes, la mayoría refugiados en embajadas, se unieron a los falangistas y ocuparon los centros más importantes, como el Cuartel General del Coronel Casado, los talleres de prensa, los transportes urbanos, el Ministerio de Marina (que ya sabemos que era una prisión repleta de nacionales), el Ministerio de la Guerra, las emisoras de radio, los depósitos de armas, el Palacio de Comunicaciones, etc. Los grupos de patriotas aumentaron poco a poco hasta convertirse en una multitudinaria manifestación.
 
 

Los milicianos y milicianas abandonaron las armas y huyeron a esconderse en masa. Los balcones y ventanas se llenaron de Banderas Nacionales y de la Falange, confeccionadas en la clandestinidad por las bravas mujeres de la Sección Femenina.
 
 

Es de justicia resaltar a las mujeres de “Auxilio Azul”, organización creada por María Paz Martínez Unciti, a la que asesinaron con tan sólo 18 años, cuando acompañaba a un perseguido a la Embajada de Finlandia. Los mataron a los dos. Su hermana Carina continuó su labor. “Auxilio Azul” era una organización falangista compuesta por mujeres de todas las clases sociales, que socorría a los perseguidos desde antes de la Cruzada, pues ya habían sido encarcelados cientos de falangistas. Ellas falsificaban cartillas de abastecimiento; cédulas personales en blanco; documentos falsos de partidos, sindicatos, etc.; certificados con sus sellos y firmas correspondientes; oficios legalizados perfectamente y en blanco del Cuartel General de Carabineros… y en los Servicios de Investigación Militar lograron colocar a dos militantes falangistas, una en los ficheros y otra en la oficina de detenciones. Llegaron a ser 6.000. Y fueron ellas las que a lo largo de los meses de guerra confeccionaron más de 10.000 banderas que fueron las que se pudieron colgar en las ventanas y balcones el 28 de marzo, cuando Madrid fue liberado entre el entusiasmo y la alegría de sus habitantes. “Auxilio Azul” hasta tenía organizados Servicios Sanitarios, un laboratorio farmacéutico y asistencia espiritual, con varios Sacerdotes. Existe un libro fundamental de Tomás Borrás, titulado Seis mil mujeres, donde se cuentan todos los pormenores referentes a esta formidable Organización.
 
 


 

Una gran multitud de personas agitando banderas avanzaba por la calle de Argüelles y por la de Abascal para encontrarse por el camino con las Fuerzas Nacionales. Joaquín Ríos Capapé entró con la Bandera de Marruecos por Vallecas, hacia la Plaza de Manuel Becerra. El Coronel Caso por el camino de Usera para llegar a los barrios de Toledo, Delicias, Santa María de la Cabeza y las Rondas. Eduardo Losas lo hizo, por su parte, por la Ciudad Universitaria. Fue el paroxismo. Madrid se volvió loco de alegría… Se acababa el hambre, el frío, el miedo, la miseria, el terror rojo…
 
 

El falsario y manipulador Paul Preston, en su librucho Franco, Caudillo de España, miente así: “El 27 de marzo los nacionales entraron en Madrid en medio de un silencio fantasmal”. Dicho librucho, se vendió mucho, pero fue a franquistas y personas decentes, que ante el gran título y la bonita portada, no sabían que estaban dándoles gato por liebre; fue mercancía de contrabando. Es la típica utilización de la mentira, que es de lo que saben vivir estos desvergonzados. Así han actuado siempre: tergiversando y enfangándolo todo.
 
 
 

Hay que decir que a finales de febrero, Negrín, que había huido a París al producirse el hundimiento del frente de Cataluña, regresó a España junto a dos ministros de su gobierno, José Giral Pereira y Francisco Méndez Aspe, y con ellos algunos mandos del ejército rojo, casi todos del Partido Comunista, entre ellos Enrique Líster Forján, que originariamente se llamaba Jesús Liste Forján. Pretendían continuar la resistencia, ya que esperaban la llegada de armamento y ayuda soviética a cambio de los cuadros del Museo del Prado depositados en Ginebra. El subjefe de la Región Centro, militar de profesión, aunque masón, Segismundo Casado, convencido de que la guerra la tenía perdida, y para evitar más derramamiento de sangre, inicia los contactos para la rendición. La noticia llega a oídos de Negrín, que convoca en Albacete una reunión de jefes militares para convencerlos de la conveniencia de continuar la contienda, lo que era la tesis comunista, refiriéndose a la inminente guerra mundial que les favorecería.
 
 

Segismundo Casado, el general José Miaja Menant y Julián Besteiro Fernández, entre otros, no estaban de acuerdo y organizaron un “Consejo Nacional de Defensa” para oponerse al gobierno de Negrín. Respondió éste nombrando a Miaja Inspector General del Ejército Rojo, cargo nominal, pues el verdadero mando operativo se lo encargó a Juan Modesto Guilloto, al que nombró General, y también a Líster, Valentín González y González El Campesino y a otros comunistas.

El 17 de marzo de 1.939, mientras inician negociaciones con el Cuartel General del Generalísimo Francisco Franco, Miaja y Casado advierten avergonzados, (¡tres años después!), que llevan en el uniforme la estrella rusa comunista roja de cinco puntas. Mediante un decreto firmado por los dos la suprimen de los uniformes y prendas de cabeza.

Las tropas comunistas del 1er Cuerpo de Ejército de Negrín, al mando del Teniente Coronel Luis Barceló Jover, entran en Madrid y ocupan las Plazas de Manuel Becerra y la Puerta de Alcalá, no sin tener duros enfrentamientos y de fusilar a seguidores del Coronel Casado. En el Ministerio de la Guerra, hacen prisioneros a algunos jefes y oficiales de Casado y, sin formarles juicio, también los fusilan. Ya se creían dueños de la situación y se aprestaban a asaltar el Banco de España, en cuyos sótanos se encontraban los hombres fuertes y el propio Segismundo Casado, cuando desde Guadalajara se presenta en Madrid, al frente de una gran columna, el anarquista Cipriano Mera Sanz, al que se le une una gran parte del ejército republicano procedente de Levante y de Extremadura.




Los comunistas de Negrín pierden la pequeña guerra civil dentro del bando rojo y se tienen que retirar. El coronel Casado, por su parte, ordenó fusilar a todos los prisioneros, incluido el teniente coronel Barceló. Aquí comenzaron las negociaciones para la rendición. Tomada Madrid por las tropas nacionales, la huida de millares de soldados y milicianos rojos en total desorden fue desesperada. Unos tomaron dirección hacia Albacete, otros hacia Alicante y Almería. Las autoridades rojas de esos puertos de mar amenazaron a los barcos allí fondeados con cañonearlos si no abandonaban inmediatamente los citados puertos. Intentaban impedir que subieran a los barcos los huidos. Apenas pudieron hacerlo algunos afortunados. Fue vergonzoso, ni siquiera con los suyos tuvieron piedad. La maldad más brutal, el egoísmo y la soberbia eran los que mandaban.




Conquistada Madrid, los Ejércitos Nacionales avanzaron por los alrededores de la capital y se dirigieron hacia Aranjuez, Buitrago, Cuenca, Albacete y el Ejército del Sur por Granada y Cartagena. En esta última ciudad, cerca de mil hombres, náufragos y supervivientes del barco Castillo de Olite, se hicieron con el control de Cartagena. Mientras, otra parte del Ejército libera Sagunto, Segorbe, Córdoba, Jaén, Baeza, Úbeda, Jódar, Guadix, Baza… y desde Baza se envía un destacamento en ayuda de los Marinos de Almería. Antes de ser liberada, Almería se pone “A las órdenes de Franco”. Y el Ejército es recibido como liberador. Pero en sus muelles los últimos combatientes rojos organizados, una División con todo su armamento, se agolpan queriendo huir.

El general Antonio Aranda Mata entra triunfante en Valencia; el general José Enrique Varela Iglesias ocupa Requena, y el general José Moscardó Ituarte hace lo propio en Minglanilla y Contreras.




El día 1 de abril de 1939, a primera hora de la tarde, Franco firma su único Parte Oficial de Guerra, el último:

 

“En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las Tropas Nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Burgos 1º de abril de 1.939. Año de la Victoria. El Generalísimo Franco”.










 

miércoles, 26 de marzo de 2014

Adolfo Suarez

Dice la sabiduría popular que para que todo el mundo hable bien de ti lo que has de hacer es morirte. Qué gran verdad.
Dicho y hecho. Hasta los que te ponían a parir hace 2 minutos hablarán de ti maravillas. Era un chico estupendo, siempre dispuesto a ayudar, era un buen marido, fue una bellísima persona, un buen trabajador, adoraba a su familia…

 

Algo así le ha pasado a Adolfo Suárez, que ha sido beatificado, santificado, perdonado y elevado a los altares por la inmensa mayoría de la sociedad, políticos de todos los signos y colores y medios de comunicación de masas. Muerta la persona se ha creado el mito, el héroe de la democracia. Escupiendo en la verdad y en la historia, en el rigor histórico, pues como siempre digo, le escueza a quien le escueza, la historia es como fue, aunque no guste, ni más ni menos. Y hay silencios y vacíos que claman al cielo.
 
 

 
Adolfo Suárez ha sido uno de los seis presidentes de  la democracia, lo cual su fallecimiento ya es noticia mayor, pero en la época que gobernó y lo que hizo es aun más importante en el sentido trascendental de la palabra.
Adolfo Suárez es ya parte de la historia de España. Fue una persona transcendental cuyo legado es en parte la España que tenemos hoy, el sistema político.




Me comentaba mi madre viendo uno de los cientos de especial informativo, que Adolfo Suárez había sido de los mejores presidentes de la democracia, a lo cual la repliqué que sólo ha habido seis, de los cuales la mitad no merecen ni tan siquiera ser llamados como tales (a mi juicio Felipe González, Zapatero y Rajoy). Asique el título tampoco está muy reñido, sinceramente.

 
La casta política que ha destrozado y arruinado España económica y moralmente y sigue haciéndolo hasta su total desmantelamiento se ha deshecho en elogios hacia el fallecido.
Creo que es normal que le estén tan agradecidos ya que le deben en parte todo el chiringuito montado por y para ellos. Nunca quedaría mejor dicho eso de “sin la inestimable colaboración de Adolfo Suárez esto no habría sido posible”. Y tanto.



Me sorprende, cuando la casta política que nos desgobierna no se pone de acuerdo ni en la hora que es en la puerta del Sol, la unanimidad que ha existido a la hora de ensalzar la figura de Suárez hasta límites ridículos, sinceramente lo digo. No he ido ni un pero, ni una coma de nadie, cuando de sobra es sabido que si existe un lugar donde nunca llueve a gusto de todos es este, España. Sorprendente. No sé si se volverá a dar tal circunstancia alguna vez.
 
 

La verdad es que tanta cursilería, tanto elogio, tanto programa especial llega a ser cansino. Y sobre todo tanta mentira sobre su vida y su obra, al igual que otros fallecidos como José Antonio Samaranch o Sabino Fernández Campos es repugnante ver como ensalzan la parte de su vida que les interesa y la “otra parte” se oculta de una forma vergonzosa, como si nunca hubieran existido antes, como si le hubiera traído una cigüeña en el año 1975 y hasta esa fecha hubiera estado metido en un armario sin salir. Alucinante.
 
 

Suárez, hay que recordarlo, era de Falange Española y de las JONS, según dicen hoy los medios democráticos subvencionados y oficiales, partido de ideología fascista, extremistas, violentos, anclados en el pasado etc…Los matarifes de Franco, los llaman los sindicalistas rojeras.
 
 

Hasta donde llega la pelotería que ya han anunciado que piensan cambiar el nombre del aeropuerto Madrid-Barajas por el de Adolfo Suárez Madrid-Barajas. La bromita, que no es que me parezca mal, pero lo que me fastidia es por el motivo que lo hacen, para parecer más demócrata que nadie, nos va a costar entre medio millón y un millón de euros.
Eso sí, en Madrid hay accidentes de tráfico debido al mal estado del asfalto, porque no hay ni un duro ni para arreglar los baches, algunos casi se podría calificar de hundimientos de terreno o zanjas. Pero hay que quedar bien y ser más papistas que el Papa.
 



 

 Yo lo siento, pero mi conciencia me obliga a discrepar de lo que la mayoría piensa o dice en público al menos.

Respeto los que creen que Adolfo Suárez trajo la democracia y la reconciliación entre los españoles, pero sinceramente no se de que se quejan muchos de ellos entonces cuando precisamente por culpa de esa transición, del sistema político que nació de aquella transición estamos hoy como estamos: sumidos en el paro, en la ruina, presos de la casta política, sin capacidad de decisión interna pues estamos intervenidos y gobernados desde Europa, presos de una banda de déspotas y de golfos sin moral alguna, invadidos por la inmigración salvaje y descontrolada, con la nación a punto de romperse por la amenaza separatista y España, la sociedad, más dividida que nunca. Todo ello tiene su origen en la maldita TRANSICIÓN.
 
 

Como digo creo que todo ello tuvo su origen en la TRANSICIÓN, sino antes, incluso en vida del Generalísimo, en personas como Adolfo Suárez. Porque no nos olvidemos: Adolfo Suárez era un hombre del régimen de Franco, un hombre del Movimiento Nacional, concretamente falangista. Personalmente nunca he entendido eso de ser franquista con Franco y demócrata con la democracia. Soy así de raro. Monárquico con el Rey y republicano con la república.
 
 
 
 

 
Suárez fue un ser que se empeñó en destruir todo lo que venía del régimen anterior del que él mismo había formado parte y al cual le debía todo cuanto era, fuera bueno o malo.
Condenó el comunismo, pero sin embargo pactó y recibió con los brazos abiertos al genocida de Paracuellos, un tal Santiago Carrillo.



La transición de Suárez abrió de par en par las puertas al socialismo, al comunismo y al separatismo. Vamos, a lo que viene siendo la antiespaña que hoy resulta imparable.
Derrumbó lo que quedaba del franquismo, como digo, fuera bueno o malo, para levantar este estercolero nacional que padecemos hoy que algunos llaman “democracia parlamentaria”.
Suárez ha pasado junto al rey, otro que tal baila, como los grandes artífices de la reconciliación entre los españoles y la venida de la ansiada democracia. Hasta en el entierro de Suárez el obispo de Segovia ha destacado que reconcilió a los españoles. Sinceramente me ha dolido oír eso y más viniendo de la Iglesia que tantísimo le debe al Régimen Franquista.



Simplemente  es mentira: España hacía mucho tiempo que estaba reconciliada. Muchísimo. Y eso lo sabe todo aquel que vivió aquella época.
 

Yo, que intento ("intento") no dejarme llevar por las pasiones, aunque hoy este horriblemente visto decir esto, considero a Suárez como el artífice de la primera piedra sobre la que se asienta esta España ingobernable, corrupta y repugnante. No toda la culpa es suya ni es el mayor culpable, quizás ni se imaginaba que esto acabaría así, pero lo cierto es que él abrió la veda.
 
 
 
 
Suárez tuvo en su mano la labor, la tarea y la obligación de construir un sistema político que sin ser dictatorial debía afianzar los valores eternos sobre los que se asentara la Patria, blindándola de sus enemigos acérrimos.

Pudo garantizar la indestructible unidad de España, pero prefirió crear esta aberración llamada de las autonomías.

Pudo afianzar nuestra identidad católica como base y referente de la moral sobre la que construir una sociedad democrática. Tampoco lo hizo.
Pudo tipificar esa barbaridad del aborto como delito en la Constitución. No lo hizo. Hoy las cifras de abortos asustan hasta el punto de llevarse las manos a la cabeza.

Pudo haber puesto las bases de la justicia social que él, como buen falangista, había aprendido y conocido durante los 40 años del Régimen de Franco, y tampoco lo hizo.

 
Realmente hizo todo lo contrario. Y para mí lo peor y más deleznable que hizo él y otros muchos sinvergüenzas y chaqueteros fue entregar la España nacida del 18 de Julio a costa de la sangre de nuestros mejores hombres a sus peores enemigos, aquellos que ya fueron contundentemente derrotados y a los que ahora estamos a su merced. El daño hoy día ya es irreparable.



El socialismo, el comunismo, la democracia liberal, la chusma política y los separatismos. ¿De qué nos sorprendemos? ¿O acaso Suárez no sabía a quién estaba metiendo en casa entregándoles todo el poder?
Pues sí, ellos han sido los que nos han tirado al suelo, nos han apaleado, insultado, robado todo nuestro dinero, nuestra dignidad y ahora nos tienen acorralados esperando a ver cuando nos meten el tiro de gracia.
Carrillo, Jordi Puyol, Arzallus, Felipe González, etc… por no hablar de los que les han tomado el relevo que dejan a esta tropa casi como gente moderada: Artur Mas, Oriol Junqueras, Urkullu, Otegui, Ibarretxe, Zapatero, Rubalcaba, Cayo Lara, Llamazares….De la derecha liberal del PP prefiero ni hablar.
 
 

 
Yo tengo una máxima. Si alguien que no es mi amigo o que no comparte mis intereses o directamente me desea el mal, se alegra de algo que me pase…sencillamente no puede ser bueno para mí. Me preocupo si de repente quien mal me quiere se interesa por mi bienestar. Y toda la banda antiespañola estaba tan feliz con Suárez de presidente. Creo que el hecho dice bastante.
Si yo fuera Suárez y viera que en mi muerte me alagan ciertos personajes indeseables, cuanto menos me moriría a disgusto, preocupado.




Todos sabían que era un tipo que estaba de paso, y que una vez estuviera fuera de escena, una vez que le arrearan la patada en el trasero toda la antiespaña tenía vía libre para construir el chiringuito institucional. El resto sería coser y cantar, y así ha sido desgraciadamente. Alguna personas lo avisaron ya hace muchos años. Por desgracia no se equivocaron.
 
 

Así donde antes había diez en un ayuntamiento pasó a haber treinta, o cuarenta, o cincuenta, todos trincando del bote.
Así donde antes se cobraba una miseria se pasó a cobrar una fortuna.
Así se empezó a fraguar el separatismo vasco y catalán inexistente durante el franquismo.
Así surgieron los socialistas de debajo de las piedras, pues durante el Régimen de Franco, que casualidad, había comunistas, estalinistas, anarquistas, pero no había socialistas por lado ninguno.

 

A Suárez, si pudiera decirle algo hoy, echarle algo en cara ahora mismo, sobre todo le acusaría de no haber sido coherente con las que habían sido sus ideas.
Le mostraría la España de hoy como yo la veo, le invitaría a pasar un día conmigo, contarle mi situación. ¿Esto es lo que nos queda después de 40 años de maravillosa democracia? ¿Qué con 30 años no puedo ni soñar con alquilar una habitación para irme de casa de mis padres? ¿Qué el mejor trabajo que me ha salido han sido tres semanas en Navidad en unos grandes almacenes? ¿Qué me voy a otra región de España y si me pongo malo no me atienden? ¿Qué apenas si tengo dinero para echarle gasolina al coche que está metido en el garaje sin apenas uso? Por no hablar de salir a la calle y que te roben. De decir algo que no debas y te linchen. Y suma y sigue. Ahí tienes la España que creasteis Adolfo.
 
 

 
Adolfo Suárez pudo poner las bases de una España muy, pero que muy diferente a la que hoy padecemos. Suárez tenía en su mano coger los frutos de aquel régimen, todo lo bueno que tenía que no era poco, y crear una democracia moderna con una identidad propia, sin injerencias extranjeras. No lo hizo. Crearon una Constitución abierta, para todos, dada a toda clase de interpretaciones, hasta incluso las más perversas y malévolas como las que hoy padecemos.

Qué casualidad que mientras moría Suárez en Madrid la extrema izquierda se manifestaba al más puro estilo 1934. Ahí está la España de la libertad y la democracia.



Respeto profundamente a la persona, faltaría más. No voy a descalificarla, pero creo que su responsabilidad es innegable como digo en la España que pudo ser y la que es.

No le niego su mérito en absoluto, que seguro lo tuvo, y haría cosas buenas, pero honestamente creo que España no le debe tanto como lo que estamos viviendo estos días. Que yo sepa no nos liberó de los franceses, ni del comunismo, ni descubrió otros continentes.

 

Abrió el melón, puso la mesa para servir el llamado “café para todos”. No creo o no quiero pensar que Suárez pensara ni loco que en España en tan poco tiempo íbamos a estar como estamos hoy. Quiero pensar que el no creía que el reino de taifas fuera a ser semejante engendro. Quiero pensar que no se dio cuenta de los monstruos que tenía delante. Quiero pensar.....pero pienso que si uno no es capaz de ver eso es que no está capacitado para la tarea.

La herencia que recibimos pesa hoy como una losa sobre toda España.

Las autonomías, auténticas alimañas, el cáncer mayor de España, nido del despilfarro ,de la corrupción y del separatismo, de la insolidaridad entre las regiones de España, del odio entre hermanos, la muerte de un régimen que llevó a España a límites de bienestar inimaginables hasta 1975, el resurgimiento del separatismo, el resurgir de ETA, la liberación masiva (a que me recuerda….) de criminales, asesinos, delincuentes y gentuza variada, el desmantelamiento del Estado creado durante 40 años y la falsedad de los pactos, pues no hubo ningún pacto sino sólo cesiones a los enemigos de España.

 

No, Adolfo Suárez sembró el germen de la decadencia. Prefirió el camino corto, el atajo, el buenismo oficial. Prefirió lo fácil.

Lo fácil era decretar una amnistía general para los terroristas.
Lo fácil era legalizar el Partido Comunista.
Lo fácil era dejar volver a los criminales de la II República bajo la excusa de la democracia.
Lo fácil fue dividir España en taifas autonómicas que han llevado a España en 40 años a la ruina y la ingobernabilidad.
Lo fácil era presentarse ante la opinión pública como un continuador de los valores del Régimen  Franquista pero con más libertades para conseguir el apoyo de la sociedad que estaba con Franco.
Lo fácil era cepillarse a todos los que no tragaron con aquella transición, apartarlos al ostracismo, como a Don Blas Piñar.
Lo fácil fue ceder a la presión de las izquierdas.
Lo fácil fue desmantelar el ejército franquista.
Lo fácil era dotar a Cataluña y Vascongadas de "su identidad propia".

Todo eso era lo fácil.


 


Adolfo Suárez lo tenía todo de cara al público para triunfar: era guapo, majete, hablaba bien, inteligente, siempre bien vestido, y algunos dicen que lleno de discursos vacíos, con palabras huecas e incapaz de cumplir una sola promesa que no fuera beneficiar a la antiespaña.

Adolfo Suárez, como en la película de José Luis López Vázquez “de camisa vieja a chaqueta nueva” fue un trepa de la política, pues yo honestamente otra explicación no le veo, y lo digo con dolor, pésame y resentimiento. Como digo no soy capaz de entender ser franquista con Franco, falangista para más señas, y demócrata con la democracia. No es compatible.


 

 
Por otro lado el bombardeo informativo indiscriminado es repugnante a todos los niveles.
No hemos visto ni en periódicos ni mucho menos en televisión fotos o imágenes suyas con la camisa azul de falange o el brazo en alto cantando el Cara al Sol.
Yo desconozco esas imágenes, pero me juego todos mis ahorros, que son escasos, a que existen seguro.
Un hombre del régimen nacido en 1932 que llegó sumamente joven a puestos de responsabilidad…..ahí no llegaba cualquiera y había que dar buenas, muy buenas muestras de adhesión al régimen.


 

A Adolfo Suárez se le ha presentado como un ángel venido del cielo. Un mesías de la democracia y la libertad. Como si antes de 1975 no hubiera existido. Nadie ha dicho o preguntado que cargos ocupó en el Régimen Franquista. El silencio ha sido absoluto.


 

Suárez fue uno de esos que presumen haber luchado contra el régimen desde dentro, cuando en resumen lo que estaba derribando no era aquel régimen, sino una Nación levantada de una guerra civil espantosa.

Está claro que mientras vistió aquella camisa azul con el yugo y las flechas o bien se traicionó a sí mismo si era tan demócrata y tan de centro como decía ser, o simplemente traicionó aquellas ideas falangistas por las que por cierto murieron miles de jóvenes en la Cruzada de Liberación Nacional o en Rusia en la División Azul. O creyó en las ideas de falange o se aprovechó de ellas para llegar hasta donde llegó.


 

No, Suárez no fue militar, no fue abogado del Estado, jurista de prestigio o ingeniero, cargos que se requerían en el Régimen Franquista para ostentar un cargo político.

 

 Hoy sería un bonito y fácil día para subirse al carro del populismo, de la corriente inmensamente mayoritaria, y alabar a Suárez, de cómo trajo la democracia y de cuanto bien hizo a España en aquellos difíciles momentos. Pero no sería consecuente con mis ideas, y como no dependo de nadie y soy totalmente libre e independiente así lo digo, que siento discrepar de la inmensa mayoría.
La muerte de Suárez me ha recordado a cuando Obama ganó las elecciones en EEUU. Todo el mundo era de Obama, todos presumían que de ser español militaría en su partido. la Obamamanía se dijo.
 

Una verdad que tengo grabada con fuego es que España está muy, pero que muy por encima de la democracia, de partidos políticos, de individuos, se llamen estos Adolfo Suárez o Francisco Franco. España está por encima de todos, y la realidad, triste y patética realidad, es que hoy España pasa por sus peores momentos, y su origen está en aquella transición que los jetas de la política y los antiespañoles califican de ejemplar…o incluso antes, en vida de Francisco Franco, ya se empezó a fraguar el desastre.


 

 
España va a ser extremadamente difícil de recuperar, si es que ya no está todo perdido. El caldo de cultivo que hay para el rojerío y el separatismo creo bien que no hay forma humana de salvarlo para reconducir España.


Desde aquí deseo de todo corazón que Adolfo Suárez descanse en paz cristianamente.
Que sea Dios, como no podía ser de otra manera, quien le juzgue y que sea él quien le premie sus aciertos y buenas obras y le pida cuentas de sus decisiones y maldades. "Si así lo hiciérais que Dios os lo premie, sino que os lo demande".


 

Españoles como yo nos quedamos a sufrir y padecer la España que en aquellos años, con mejores o peores intenciones, se construyó.