viernes, 20 de noviembre de 2015

En el 40 aniversario de la muerte de Francisco Franco


Franco en el recuerdo 

 

   Se cumplen cuarenta años del fallecimiento del Generalísimo de los Ejércitos, Caudillo de España durante la casi mitad del siglo XX y Jefe del Estado que con mayor acierto impulsó la vertebración de España, el desarrollo económico y la justicia social, en un estado de derecho genuino donde la libertad individual de un orden responsable y solidario primaban sobre los intereses de partido, de clase o de grupo económico, y donde España hacía valer su independencia en el orden internacional, dentro del ámbito geográfico, estratégico, político y económico que le eran propios a la civilización occidental que defendió en esencia y presencia.
 
 
 
 

 

 

 

 

UNA OFENSIVA DE 40 AÑOS

 

Fernando Paz

 

   La triste realidad de España en estos días nos obliga a echar la vista atrás. No es solo porque se cumplan cuarenta años de la muerte de Franco, que también; si a los españoles no se nos hubiera hurtado nuestra propia historia, la comparación entre el régimen anterior y el actual sería inevitable como fenómeno sociológico.
 
 
 

 

   El discurso oficial ha querido dibujarnos un régimen que representó, en el mejor de los casos, una pérdida de tiempo en nuestra historia. Un régimen carente de toda virtud, en el que los escasos aciertos que acaso pudiéramos encontrar no se deberían a Franco, sino a casualidades o a factores externos al margen de toda voluntad del Caudillo, mientras que, a la postre, serían Franco y la propia naturaleza del sistema del 18 de julio los responsable de los innumerables errores y fracasos que jalonarían su historia.
 
 
 

 

   Pero, para los españoles que vivieron durante la época de Franco, el balance del régimen a la muerte del Caudillo era, sin embargo, muy distinto. En noviembre de 1975, un 80% de españoles calificaban de gran pérdida su fallecimiento; en porcentajes menores, se lamentaba igualmente su desaparición, aunque fuese de modo más matizado, dentro de ese 20% restante. Era muy pocos los que manifestaban indiferencia u hostilidad. Así que al esfuerzo de transformar la percepción que los españoles tenían de Franco, han dedicado los medios oficiales no pocos de sus mejores esfuerzos durante largas décadas.
 
 
 

 

   Y es que los españoles de los años setenta tenían, en verdad, buenas razones para considerar la de Franco una pérdida deplorable. Probablemente esas altas cifras de adhesión se incrementarían hoy si aquellos españoles, de los que por razones biológicas van quedando menos, pudieran contemplar el grado de deterioro de la España actual.
 
 






 


   Hay que convenir, sin embargo, en que esos esfuerzos a los que antes nos referíamos han dado sus frutos. Así, los españoles de hoy, narcotizados por una propaganda incesante, tienen una conciencia del franquismo poco o nada acorde con la realidad histórica. Una visión de la historia, sectaria hasta la náusea, consagrada por las leyes de Rodríguez Zapatero, y respaldada de facto por el gobierno de Mariano Rajoy Brey.
 
 
 

 

   Es claro que sin la colaboración de una cierta intelectualidad servil, no habría sido posible diseñar todo un planteamiento que busca, como primera providencia, anular cualquier análisis desapasionado del franquismo. Han comenzando por utilizar el remoquete –hace ya algún tiempo- de “revisionista” para designar a quienes se oponen a que la historia sea manipulada en función de intereses ideológicamente bien caracterizados. Una vez descalificados como “revisionistas”, es sencillo despreciar su obra; como quiera que esa intelectualidad oficialista domina la academia y los medios de comunicación, nada más fácil que ridiculizar a dichos revisionistas, justificando de este modo el silencio al que se ven sometidos.  
 
 
 

 

   Resulta curioso comprobar cómo la historiografía progresista se ha empleado a fondo para desmontar todos y cada uno de los principales méritos del régimen del 18 de julio, aún cuando hacerlo suponga sostener algunas tesis sonrojantes. La ausencia de una respuesta articulada en esos mismos medios oficiales –por temor, por mala fe, por mera supervivencia- es perfectamente comprensible; la rebelión representa una segura condena a la marginalidad para quienes pretendan una mínima defensa de la verdad histórica, una expulsión de la centralidad intelectual que es, en sí misma, suficientemente disuasoria.
 
 
 

 

   Esta historiografía se ha esforzado por destruir los cuatro pilares esenciales sobre los que podría establecerse una valoración positiva del franquismo: la neutralidad española durante la segunda guerra mundial, la salvación de judíos por parte del régimen, la transformación socioeconómica y cultural sin precedentes que vivió España entre los años cincuenta y los setenta, y la transición a la democracia.
 
 
 

 

   Aunque la valoración que hacen los españoles de estos hechos históricos es bastante desigual, esa visión negativa de nuestra historia ha sido consagrada como oficial, y se ha trasladado a los libros de textos y a los programas oficiales de bachillerato y a las universidades.  

 

   Por obvias razones de funcionalidad política, donde ha alcanzado su cenit la manipulación histórica - como si de un crescendo orquestado se tratase- es en el tratamiento de la transición. La mutación aquí experimentada proporciona un fiel retrato de las intenciones de los manipuladores. Sustitutivo del orgullo nacional durante décadas, la transición ha venido siendo desnaturalizada desde que, en los años ochenta, los socialistas quisieron reescribirla, y la transformaron en un proceso dirigido y protagonizado por la izquierda, que nos condujo desde el infierno dictatorial a la arcadia democrática. Según dicha versión, los franquistas –y con ellos, el propio régimen- jugaron un papel subordinado, en todo caso amenazante para el proceso, una rémora que se resistía, en el fondo, a la apertura.
 
 
 

 

   En esencia, la transición habría sido un episodio en el que el pueblo fue el protagonista y en el que el rey nombrado por Franco, los políticos franquistas y las instituciones del régimen, apenas habrían acumulado mérito alguno más que el de sumarse a una corriente popular poderosa e inexorable que, de otro modo, los hubiera arrollado a todos ellos. Durante tres décadas, la doctrina oficial juzgaba el protagonismo de las fuerzas de izquierda como el decisivo. Y lo hacía en la medida en que la transición misma era vista como ejemplar y valorada en consecuencia.
 
 
 

 

   Hace ahora una década más o menos –el 2004 es un año crucial para comprender lo que está sucediendo en todos los niveles de la sociedad española-, sin embargo, fue cristalizando un relevo generacional que representó la retirada del proscenio de los hierofantes de la sacralización transicional, tanto los políticos como los intelectuales. La fábula de la reconciliación se terminó y parecieron sonar los clarines de la venganza.
 
 
 

 

   En las universidades y en los medios comenzó a abrirse paso una tesis que, hasta el momento, solo sostenía la izquierda más extrema: la transición fue el reciclaje de unas élites que trataban de salvarse, y poco más. Todo lo que sucedió fue que se modificó la arquitectura política para no cambiar lo esencial de la estructura más profunda.

 

   Esta idea no deja de ser una tautología, puesto que resulta inevitable que se produzca una cierta continuidad allá donde no tiene lugar una revolución; pero eso no puede oscurecer la rápida circulación de las elites que se ha producido en estos años, los ascensos y caídas, los surgimientos y las desapariciones. Pero ello no disuadirá a los impugnadores: la perogrullada, pretenciosamente formulada, adquiere visos de ser revelación de una verdad hasta ahora incognoscible pues, como Koestler escribió, el manejo de una jerga adecuada puede hacer pasar al más idiota de los hombres por persona inteligente.

 

   Funcionalmente, el cuestionamiento del proceso de transición como una mera prolongación del franquismo, como un reciclaje de elites que tratan de perpetuarse, ha servido para convertir a la transición en el pecado original del sistema actual. El desmoronamiento del régimen del 78, con toda su corrupción a cuestas, necesitaba justificarse como causado por su procedencia franquista; y ahora sí. Ahora, cuando la transición es repudiada y condenada, es cuando se admite su verdadera naturaleza y su origen franquista.
 
 
 

 

   Lo que todo esto evidencia es la adulteración que la Historia viene sufriendo en las últimas décadas y su absoluta sumisión al poder constituido. La Historia sea convertido en la criada del poder político, ideologizando las mentes y las conciencias. De su antigua independencia ya no queda ni la ficción, pero a casi nadie parece importarle lo más mínimo. La consagración de tal estado de cosas es la inicua ley de Memoria Histórica, expresión específicamente totalitaria por la que el poder político se ha autoarrogado la capacidad de decidir qué es verdad y qué no lo es.
 
 
 

 

   En el cuarenta aniversario de la muerte de Franco, bien podríamos comparar el final de un régimen con el final del reinado del sucesor de Franco a título de rey. Tenemos la seguridad de que ningún intelectual oficialista lo hará. Los datos serían, sencillamente, abrumadores. Ese salto cualitativo que vivió España, la conversión de un país rural y atrasado en otro moderno y urbano, la homologación de España con Europa –la convergencia con los principales países europeos era casi diez puntos superior en 1975 que en 2015- no merecen la discusión; la evidencia de la prueba es tan enorme que aún no se han atrevido a cuestionarla mediante asalto frontal.
 
 
 

 

   Sin duda, el gran legado del régimen a España, como el propio Franco señaló complacido, fue creación de la clase media, que hizo inviable los enfrentamientos que hasta el segundo tercio del siglo XX habían jalonado nuestra historia contemporánea. Una clase media que, además, protagonizó el despertar de una sociedad secularmente adormecida; pero, sobre todo, una clase media que sostuvo como valores eminentes la decencia y la honradez, junto al mérito y al esfuerzo. Más que ninguna otra cosa, quizá esas decencia y honradez hayan constituido la naturaleza misma de aquella España.
 
 
 

 

   Más que el desarrollo, más que el crecimiento económico, más que la universalización de la cultura; la decencia y la honradez, en agudo contraste con la triste estampa que nos devuelve la sociedad actual.

 

   A fines del régimen de Franco, el español era una persona ilusionada y atareada, con amplias perspectivas de futuro para él y los suyos. El presente era mejor que el pasado que había dejado atrás, y estaba seguro de que el futuro de sus hijos sería aún mejor que su presente. Sentía un legítimo orgullo por lo que había conseguido y se consideraba parte de una nación importante en el mundo.
 
 
 

 

   Aquella honradez y aquella decencia son hechos incontestables. Cualquier historiador sabe lo que revela el índice de suicidios acerca de una sociedad; pues bien, en un dato enormemente elocuente, el régimen de Franco presenta una tasa de suicidios muy inferior a la actual. La percepción social es que la vida merecía la pena ser vivida.
 
 
 

 

   Por otro lado, sólo un alto grado de salud social explica que en la España de 1975 la cifra de presos no llegase a 9.000 reclusos: menos de la décima parte de población carcelaria de la que existe en esta España del 2015 (y la tercera parte que la de la república). Con unas leyes más duras de las actuales, la tasa de población carcelaria era –teniendo en cuenta la diferencia poblacional- unas siete veces inferior a la de hoy día. Pocos datos más demoledores.  

 

   Tales datos me parecen más sustantivos aún que las impactantes cifras del desarrollo económico y social, porque revelan el alma de un pueblo. Así mismo se me antoja no menos significativa la transformación experimentada por España en estas cuatro décadas.
 
 
 

 

   ¿Habrá alguien que piense que es casual el que en las últimas cuatro décadas la figura de Franco haya sido expulsada de la memoria de los españoles, precisamente por aquellos que han arruinado materialmente y moralmente España?   
 
 





   

 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

La lección que nos ha dado Francia


La verdad quiero decir tantas cosas y realmente no se ni por donde empezar.


 

 

Lo de Francia ha sido un atentado brutal, no de un chalado fanático aislado sino de un grupo terrorista coordinado con una infraestructura detrás. Como dijo mi suegra el sábado: esto es una guerra donde una parte todavía no se ha enterado o se ha querido enterar, añado yo.

No ha sido el primer atentado. Desgraciadamente tampoco será el último. Entre las próximas víctimas podría estar yo, alguien de mi familia o amigos o usted querido lector.

Con el agravante que los autores son hijos de inmigrantes nacidos en Francia, lo cual no hace más que demostrar mi idea que el multiculturalismo que nos han impuesto por la fuerza los que mandan en el mundo es un fracaso absoluto.


 

Dicho esto…..siento envidia de la respuesta de los franceses y asco y vergüenza de España. Nos retratamos en cada acto.

Ante atentados similares en un caso todo el mundo cierra filas entorno a su país, solo se oye una palabra: UNIDAD, y una respuesta: no nos van a doblegar, acompañado de hechos. El presidente francés Hollande, que mira que es buena pieza el elemento este, promete venganza y ya se están bombardeando posiciones del Estado Islámico en Irak y creo que será el inicio de una nueva guerra o al menos ofensiva contra el Estado Islámico. Y lo que más me pone los pelos de punta, un hecho que puede parecer insignificante pero que esconde mucho de fondo: la gente saliendo del estadio de fútbol cantando el himno nacional francés a sabiendas que acaba de haber un atentado. Eso es un símbolo de grandeza, de unidad de nación, de fuerza. Todos los diputados en el parlamento francés presentando sus respetos, cantando la marsellesa. Eso es lo que hace grande a una nación, que superando las diferencias saben que hay un punto, una zona muy grande de encuentro entre todos, de convergencia: la patria, la nación, la bandera, los valores que han prosperado, en el caso francés en el lema libertad, igualdad y fraternidad.


 

Venimos a España  y miramos atrás, lo que pasó en el 11M y me dan ganas de VOMITAR del asco. Es que no tengo palabras para expresar mis sentimientos. Unos idiotas, los del PP, que ni el más tonto de mi pueblo es tan ingenuo y cobarde, poniéndose de medio lado sin saber ni por donde les venían diciendo yo solo pasaba por allí. Y lo peor de todo, la izquierda, la de siempre, la de la guerra civil, la de las chekas, la de la república, la de Paracuellos, aprovechando políticamente el atentado mientras en los telediarios clamaban “que nadie use políticamente el atentado y el dolor de las víctimas”, mientras ellos lo utilizaban de la forma más rastrera y miserable que uno puede llegar a imaginarse para ganar votos del rebaño que es hoy la sociedad española. VOMITIVO y REPUGNANTE. Zapatero mintiendo en la cara de los familiares de la gente asesinada aun con la sangre caliente, grupos organizados cercando la sede del partido del gobierno culpando al gobierno de los atentados llamando al presidente del gobierno ASESINO en vez de llamar asesinos a los que habían puesto las bombas. La cadena SER con Iñaki Gabilondo contando mentiras como la de los terroristas suicidas para dar un vuelco a las elecciones, el incalificable Pedro Almodóvar diciendo que el PP estaba pensando en dar un golpe de estado…..Y suma y sigue. De ver la imagen de todo el parlamento francés mostrando la unidad ipso facto pienso en España Artur Mas y los nacionalistas, los de Iu, los de Potemos y toda la chusma política en todas sus vertientes callando como putas sino riéndose por dentro y haciendo el numerito de circo habitual, haciendo el doble juego de siempre y aprovechando todo lo sucedido en su propio beneficio e intereses. Esa es la castuza miserable, deleznable y rastrera que muchos españoles que dicen ser ciudadanos votan en las elecciones.


 

Unos salen  del estadio cantando su himno nacional cuando se han enterado que han sido atacados por terroristas y otros van al estadio a pitar al himno y al Jefe del Estado porque quieren reventar la unidad de la nación bajo la excusa de la democracia. Unos sacan su bandera (los franceses), con orgullo otros la escondemos por miedo a que nos llamen fachas o directamente una banda de descerebrados y amargados resentidos herederos de los criminales comunistas de los años 30 sacan la tricolor republicana para, una vez más, en los mayores momentos de dolor y amargura, seguir sembrando la discordia, la desunión y aprovecharlo en sus propios intereses sacando rédito político hasta de los muertos reivindicando incansablemente sus maldades políticas y sus crímenes (si los curas y frailes supieran....). No respetan ni los momentos más sagrados y delicados.


 

Mientras Hollande, socialista, en muchas cosas un cantamañanas de tomo y lomo, ha decidido considerar su libertad y sus valores (los de Francia)  algo mucho más importante que sus miedos, prejuicios y chorras convicciones personales y tres días después ordena bombardear la capital de estos fanáticos, Zapatero, si Zapatero, el que España eligió por dos veces presidente, el que dejó 5 millones de parados y la economía arruinada y el país hecho unos zorros, ordenaba inmediatamente tras ser elegido presidente tras el golpe de régimen del 11M la retirada de las tropas españolas en Irak dejando a España literalmente en pelotas en el ámbito internacional y en la mayor de las vergüenzas humillando a nuestro ejército y a nuestra bandera. Luego más tarde llegó el numerito del desfile con la bandera de los EEUU. ¡Pero qué TONTO! ¡Pero qué IDIOTA!


 

Así es imposible tener una mínima identidad nacional ni enfrentarse a las adversidades en los momentos más duros. Desde el núcleo familiar a la integridad nacional como país, a clave es la unidad. No me cansaré de repetirlo: UNIDAD. Pero pedir lealtad y unidad a la izquierda es como echarle margaritas a los cerdos. Tener a la izquierda que tenemos en España que comprende, consiente y empatiza con el terrorismo es como tener un vecino que en caso de que haya un incendio va a arriesgar su vida en salvarte  o tener un vecino que en caso de incendio va a intentar robarte lo que pueda además de dejarte tirado en medio de las llamas. Siento pura vergüenza de la lección que nos ha dado Francia, la reacción de una sociedad madura que se viste por los pies y de otra como la española que ha perdido todos los valores morales que la hicieron una, grande y libre. Es como la noche y el día. Y de nuevo aquí lo peor, lo mas basuriento, lo más rastrero, es la izquierda, que fue capaz de mirar a los ojos a una madre a la que acababan de asesinar a su hijo y mentirla para conseguir el voto. Es deleznable.


 

Pero cada uno tiene lo que se merece. Porque España ya no es una nación de ciudadanos libres e iguales, de personas maduras y racionales. España es un corral de borregos, de idiotas, de memos y de gentuza, de muuucha gentuza, y lo digo con odio, con asco y con dolor. Porque Francia ya ha reaccionado, y en España preferimos creer que si vienen a matarnos es porque algo malo habremos hecho. Votar al PP, tener a Franco, tener las Islas Canarias y Ceuta y Melilla, ser católicos, haber descubierto América o haber ganado el Mundial de fútbol. Todos ellos pecados insalvables y por tales causas merecemos el castigo que los fanáticos islamistas nos impongan. Total… a mi no me va a tocar, ¿verdad? Eso piensa el ciudadano de a pie.


 

Hemos no ya olvidado a las víctimas del terrorismo, las del 11M y las de ETA (recordemos mil asesinados), sino que hemos escupido en ellas. Aquí no hemos asimilados que todos los asesinados por el terrorismo, al igual que Jesucristo, murieron en nuestro nombre por todos nosotros. Yo, tú o tu vecino podríamos ser ese chaval que pasaba por la calle cuando explotó el coche bomba, o esa bebe que mataron los etarras, o ese guardia civil, policía o profesor de la universidad que fue asesinado de un tiro en la cabeza. Hemos olvidado y humillado a nuestros muertos, y encima hay que soportar como malnacidos, desgraciados, basura infecta y escoria humana  como el director de cine Fernando Trueba dice y se reafirma en que él siempre ha ido con el enemigo.

Si algún día cambian las tornas, y la vida da muchas vueltas, con estos indeseables no va a haber piedad alguna y pagarán punto por punto por su maldad y por sus actos. Lo juro por Dios. Y si no, por algo soy creyente, espero que en el día en que su asquerosa vida llegue a su final Dios le juzgue como se merecen.


 

España es un país de memos, de enfermos, de idiotas y de gilipollas de bandera que ha sido educado desde el año 75 sino antes incluso en el buenismo y en la memez progre por no decir ya en el pasotismo bajo el paraguas, falso paraguas del respeto, la tolerancia, la democracia y no se que majaderías más de palabras totalmente prostituidas por los politicastros. Creemos que basta con no odiar para defenderse del odio, del mal. Muchas personas, si hiciéramos una encuesta por la calle lo comprobaríamos que viven creyendo que el mal no existe, o que si existe nunca les va a tocar a ellos. Como dice hoy Arturo Pérez Reverte, nos creíamos a salvo en Disneylandia. Manuela Carmena alcaldesa de Madrid, a la cual me referiré de ahora en adelante como la Vieja Pelleja, ya ha dado su visión del asunto: diálogo y tolerancia, empatía con los terroristas y buscar en su interior el ser humano que llevan dentro.  Lo escribo literalmente, no hay una coma inventada ni manipulada. Y esto lo dice la que ha prohibido poner el portal de Belén en Madrid. Diálogo con los que están cortando cabezas, diálogo con los que arrojan a homosexuales desde 30 metros de altura y si logran sobrevivir a la caída son apaleados en el suelo hasta ser rematados. Diálogo y tolerancia contra el fanatismo religioso y además buscar el ser humano que llevan dentro. ¿Qué ser humano hace eso? ¿Quiero acaso yo buscar algo de humanidad en un engendro que comete estos actos atroces? ¿Pensará manuela Carmena que el día D del desembarco en Normandía lo que deberían haber hecho los aliados es dialogar, buscar la empatía y el ser humano que el enemigo llevaba dentro? ¿Pero se puede ser más subnormal? ¿Pero cómo esta tía puede ser alcaldesa de una ciudad como Madrid? Pues lo es, votada por muchos ciudadanos, y dicho sea de paso, gracias al Psoe y a Pedro Sánchez alias Zapatero 2. Conviene recordarlo.


 

No ha faltado el tonto del culo de Podemos tachando a los que salieron cantando la marsellesa del estadio de fachas. Continuamente, sin descanso ni de día ni de noche, inasequibles al desaliento, de una forma enfermiza, demuestran que la única neurona que les queda en el cerebro no esta bien del todo. Hoy veo el show de la tal Beatriz Talegón en la tertulia de mediodía de 13TV, y me reafirmo en mis convicciones que esta tía, aparte de estar como un cencerro es un ejemplo de la izquierda trasnochada y esquizofrénica que padecemos en España. Y sobre todo profundamente antiespañola. Estos son los del condeno el terrorismo peeero….. Peeero…..Luego matizan lo que para ellos es ser un terrorista. Por ejemplo yo para ellos soy un terrorista, la gente que va a misa son terroristas fanáticos, los que militan en asociaciones próvida son terroristas.


 

 
Si preguntamos por la calle si la gente tiene miedo de sufrir un atentado islamista la respuesta será que no. ¿Por qué? Pues porque es mejor seguir creyendo que el mal no existe y que de existir llegado el momento será benévolo con nosotros, con los demás seguramente no, con nosotros sí. Porque cómo va a salir mi barrio por la tele en todo el mundo si aquí nunca pasa nada interesante. La venda en los ojos. Pues tranquilo que si no fuera por gente que se juega la vida ya se encargarían otros de quitarte la venda de golpe para rebañarte el cuello.

Los franceses pueden tener mil defectos y maldades, de hecho yo no olvido la época en la que Francia era un refugio para ETA, pero no soy un resentido, las cosas gracias a Dios han cambiado y acaban de darnos un ejemplo y un rapapolvo bestial igual que nos lo dieron los americanos en el 11S. Pero no pasa nada, Spain is different.
 
 







 

Aquí podemos culpar a los políticos pero echarles toda la culpa sería injusto: ellos son el reflejo de la sociedad a la que gobiernan.  Fiel reflejo diría yo. Por ello digo que esta es una sociedad asalvajada, desarmada y desalmada.

Y a esto quiero llegar: la sociedad española de hoy es una sociedad engañada, manipulada, aborregada en el ocio, en la complacencia, en el disfrute, en el carpe diem, hundida en el alcohol, las drogas, la pornografía, la telebasura, la sobremedicación y todos los vicios habidos y por haber. Los jóvenes pasan de todo, por supuesto de estudiar, a muchos se les ha ido la cabeza de una forma irrecuperable con música como el rap y el hip hop y se abrazan a ese mundo como el que se mete en una secta, convirtiéndose muchos de ellos en seres inservibles e irrecuperables para la sociedad. Solo hay que darse una vuelta por cualquier barrio de cualquier ciudad para observar la degradación de las personas, las paredes llenas de graffitis asquerosos, las calles llenas de basura y de mierda, los cortes de pelo de la gente, en sus formas de vestir por no hablar de los tatuajes. Gente tan garrula que es capaz de matarse a trabajar rompiéndose la espalda por 700 euros para comprarse un BMW de segunda mano con más kilómetros que el baúl de Conchar Piquer o de gastarse el sueldo de un mes (800 eurazos) en un teléfono móvil de última generación.


 

Pero por Dios, si existes dame una respuesta ¿dónde está aquella España que se levantó contra el comunismo dispuesta a morir por Dios y por España? ¿Aquella juventud que renunció a lo más bonito que hay en la vida para irse a luchar a la estepa de Rusia a treinta grados bajo cero? ¿Aquella España que trabajó como auténticos animales para dejarnos todo lo bueno que hoy tenemos?


 

Hemos perdido el norte y nuestra identidad nacional totalmente. Más que perdido yo diría nos la han arrebatado a costa de mentiras y falsedades. Una banda de desgraciados y de miserables, de seres siniestros de toda índole, ideología y partidos que por salir en televisión en las cadenas de sus amigos con sueldos millonarios manipulan y engañan a millones de españoles en su propio interés han arrebatado a los españoles su moral y su alma.

Así pasa, que cuando sucede algo como un atentado brutal se rompe el guión y cada uno saca lo que lleva dentro. Francia ha demostrado su ser, nosotros en su día demostramos el nuestro.
 
 



 

 

En fin…es tristísimo y patético todo lo que relato, es la prueba fehaciente de que moralmente España es una nación derrotada y de que casi nadie en España estaría dispuesto a luchar por nada, a arriesgar nada suyo ni a renunciar a nada propio por el bien común y por su libertad, ni aunque estén con el cuchillo en la puerta de tu casa tirándola abajo con una maza.

Las mareas blancas, los de aquí y los de más allá…solo se manifiestan por lo suyo, porque no me quiten lo mío. Es lo único que importa.

 

Respecto al atentado y a los islamistas mucho se puede hablar y debatir y aun hoy estan pasando cosas gravísimas. Espero que marque un antes y un después, aunque lo dudo. En cuanto se pase la noticia y la sexta y la cuatro vuelvan a sus ladrillos políticos y Telecinco al sálvame se echará tierra encima y el muerto al hoyo y el vivo al bollo.

No voy a entrar en un análisis exhaustivo. Solo voy a añadir que todo lo que no sea volver a la senda de la guerra, de un ataque militar conjunto al Estado Islámico, me parecerá un error. Rajoy ya ha dicho que no dice nada, no vaya a ser que a un mes de las elecciones salgan a la calle los del no a la guerra.


 

 

Quiero añadir algo más:

En estos días las redes sociales estan que arden. Las redes sociales, haciendo un inciso, me parecen el refugio de psicópatas y descerebrados de toda índole donde la opinión del sabio vale igual que la del payaso descerebrado de turno de Podemos IU. La opinión del respetable se confunde con las majaderías del tonto de turno y todo parece tener el mismo valor, de hecho todo tiene el mismo valor. El tristísimo y de nuevo fiel reflejo de la sociedad de hoy. También se pueden leer cosas interesantes, al igual que enormes sandeces de giliprogres que imparten cátedra de moral cuando la realidad es que no tienen ni donde caerse muertos. Que pena que haya gente tan equivocada, tan confundida y tan manipulada que sean incapaces de ver lo que tenemos a las puertas por no decir deno. Son como digo esas personas que prefieren seguir pensando que el mal no existe y en caso de que exista, hipotético caso de que exista, a ellos no les va a tocar. Que triste es que haya personas que crean que cantando “Imagine” de John Lennon y levantando un mechero al aire vamos a ser capaces de huir del terror islámico. Que yo sepa la Segunda Guerra Mundial se ganó con fusiles, aviones de combate y tanques, no levantando mecheritos y cantando monsergas progres.

 

Todo mi apoyo a Francia y a cuantos países deseen unirse a la lucha contra la barbarie islámica y el terrorismo internacional.

Y por supuesto, vaya esta humilde entrada y estas líneas como homenaje y recuerdo a los que han muerto bajo el fanatismo islámico. Que Dios os lo tenga en cuenta. Un abrazo a todos.