martes, 18 de septiembre de 2018

El "Smokey Joe"

En estos últimos años, de vez en cuando, el editor de un  periódico de Gibraltar se refiere a los tiempos en que un buque de guerra español, al que jocosamente denomina «Smokey Joe», navegaba por las aguas de la bahía de Algeciras a finales de los 60 y comienzos de los 70 del siglo pasado.
Casi siempre era el dragaminas Tambre, de la clase Bidasoa. Estos buques se basaban en el proyecto alemán Minensuchboot 1940. Tenían unas 700 toneladas de desplazamiento, un cañón de 88 mm y una dotación de 78 hombres. Su propulsión era mediante dos calderas que quemaban carbón como combustible.


El Tambre patrullaba las aguas de esta bahía para reafirmar nuestros derechos. Sus comandantes en esas fechas fueron los tenientes de navío Santiago LiañoLuis Carrero y Alejandro Artal, entre otros. De una u otra forma todos ellos hicieron lo mismo que vamos a relatar.
El caso es que, en repetidas ocasiones, cuando «Smokey Joe» estaba cumpliendo su misión cerca del espigón de San Felipe, se presentaba una fragata de la todopoderosa marina británica conminándole a que se marchase.
Seguramente se intercambiaban los textos de rigor reafirmando los derechos de cada uno, según su propia interpretación, aunque es posible que no siempre. Lo cierto es que normalmente el dragaminas español acababa por moverse.
Pues sí, se movía a barlovento y cuando su comandante consideraba que ya estaba en el punto adecuado, daba la orden de soplar las calderas.
En pocos minutos, la fragata británica –sometida a un inesperado «ataque» más propio de la guerra química, con su dotación cubierta de hollín hasta las cejas, sus uniformes hechos un asco y el buque pintado de negro por efecto del hollín- no tenía más remedio que marcharse y dejar a «Smokey Joe» sólo en las aguas en disputa.
En el Tambre se jugaba una porra sobre si la nube de hollín daba o no en el puente de la fragata. Además, cuando acertaban de lleno en el británico, la dotación rompía en una salva de aplausos dedicada al jefe de máquinas.
Todo esto, el «ataque químico» y la salva de aplausos, causaba un profundo malestar en la Royal Navy. El malestar trascendió a la OTAN, de la cual España no formaba parte.




Mandando el Tambre –con base en Rota-  uno de los citados, el teniente de navío Alejandro Artal, visitó Rota una agrupación naval holandesa al mando de un almirante. Éste había oído en la OTAN estas informaciones sobre los españoles y la curiosidad le pudo. Preguntó si era cierto eso que se contaba del fondeadero de La Línea de la Concepción y que se usaban buques con propulsión a carbón para llenar de humo a los ingleses y echarlos de las aguas en disputa. Le dijeron que si y que además allí mismo estaba uno. Llamaron al comandante y el almirante holandés le preguntó si podía hacerle una demostración. El comandante español respondió que si pero que necesitaba un barco contra el que hacer la demostración. El holandés le señaló uno que estaba fuera de la base y le dijo: «Ese, que es de los míos». El teniente de navío Artal hizo la demostración dando de lleno en el blanco, para jolgorio de españoles y holandeses, siendo muy celebrado por todos los espectadores.
Ese fue el «Smokey Joe» del que alguno en Gibraltar se ríe; un buque que miren por dónde puso de manifiesto una vez más que en las situaciones de crisis las respuestas asimétricas pueden ser las más eficaces.

Y es que (añado yo) hubo un tiempo, que parece fue hace mucho pero no hace tanto, en que España era una nación como mínimo respetada. Hubo un tiempo, no hace tanto, en que la dignidad tuvo su hueco en la sociedad. Hoy ni respeto ni dignidad.

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