domingo, 15 de marzo de 2015

Manuel Azaña

Recientemente he leído el libro “La última salida de Manuel Azaña” del periodista Federico Jiménez Losantos. Libro heredado de mi abuelo.






La verdad que el libro me ha gustado y sorprendido para conocer más de cerca al personaje que fue presidente de la II República.
 
 
 

 

Creo que Azaña siendo en algunos casos un sectario de tomo y lomo superado por su odio a la Iglesia no fue ni de lejos, ni por asomo de lo peor del aquel Frente Popular

Un orador sensacional, pasó los años previos a la guerra y parte de la guerra embebido en sus escritos, obsesionado con escribir sus memorias, como profetizando su futuro, trágico futuro.

Azaña pasó de no ser nada a serlo todo como presidente de la República,  de ahí igual que subió cayó para no ser nada de nuevo, incluso ser repudiado por todos, por la derecha y por los que habían sido los suyos.
 
 

 
El libro narra de una forma extraordinaria, sin partidismos, el camino del exilio, kilómetros de atascos, gente que abandonaba los coches a su suerte para cruzar la frontera francesa a pie, miles de personas con lo puesto….La estampa debía ser terrorífica. Las consecuencias de una guerra civil que jamás debía de haberse producido si no hubiera sido por cómo somos los españoles.
 
 
 

Se narra también la muerte del poeta Antonio Machado, igualmente la estampa de su entierro. De su madre que murió también enferma, de su hermano Manuel Machado simpatizante de la causa nacional que se enteró por los periódicos de la muerte de su hermano y pudo cruzar a pie la frontera para ver las tumbas de su hermano y de su madre. Un drama que representa sin ningún género de dudas la gran diferencia entre guerra y guerra civil.
 
 
 

 

Manuel Azaña era considerado por la derecha en España como un ogro. De hecho le llamaban “el monstruo”, me imagino que en parte por sus verrugas y la forma de su cara. De hecho tengo grabada la frase pronunciada por José Calvo Sotelo, el que a la postre sería asesinado por militantes socialistas: “para levantar una nación hacen falta siglos y héroes, para destruirla un par de años y un monstruo al mando de la nave”. Ese monstruo del que hablaba Calvo Sotelo no era otro que Manuel Azaña.
 
 
 

Manuel Azaña en Francia también era considerado un apestado. Dicen que cuando llegó a Francia exiliado ante la inminente victoria de las tropas nacionales franquistas fue a hacer turismo durante dos días admirando la belleza de Iglesias y Catedrales. La prensa nacional francesa dijo algo así como que “qué bonito que venga aquí a admirar Iglesias cuando en su país las quemaba”. Llevaban parte de razón. Azaña no quemó ninguna Iglesia pero sí fue incapaz de hacerse con el control de la situación mirando para otro lado. Era responsable directo de lo que estaba sucediendo.
 
 
 

Una frase suya que creo que aun se estará arrepintiendo allá donde esté fue: “todos los conventos e Iglesias de Madrid no valen la vida de un Republicano”. La frase es demoledora. Azaña situó el valor de la libertad religiosa por debajo de la democracia y con esa frase, quiero pensar que sin quererlo, legitimó a la banda de criminales del Frente Popular para arrasar con la religión católica en España. Esa frase creo que es de una irresponsabilidad supina y para nada digna de un personaje de la talla de Azaña.
 
 
 

 
Creo sinceramente que Azaña no deseaba la muerte de ningún semejante ni pretendía la quema de Iglesias. Azaña como otros políticos republicanos a través de diversas vías fueron responsables directos de ese genocidio practicado por las izquierdas bajo la excusa de una República que hoy más que nunca se presenta como paradigma de la democracia. Nada más lejos.
 
 
 

 

Por ejemplo Azaña se implicó personalmente en salvar todo el patrimonio artístico español, los famosos cuadros del Museo del Prado porque para él representaban el último bastión de la legalidad de la República. Era consciente de que aquellos cuadros de valor incalculable debían sobrevivir a la guerra para las generaciones futuras de españoles, independientemente de quien ostentara el cargo del gobierno. Le honra sinceramente, ya que en las guerras no se respeta nada.
 
 
 

Al igual, ya en el exilio y casi perdida la guerra Negrín le forzó continuamente a volver a España, a lo que Azaña se negó. Para tener fondos para poder, no se si vivir o sobrevivir en el exilio y según Negrín organizar una oposición a Franco con acciones bélicas, Negrín le plantea a Azaña vender todas las posesiones del Estado en el extranjero para conseguir financiación, embajadas etc… Ante lo cual Azaña de nuevo, y este gesto lo admiro profundamente, se niega pues el cree que aquello es patrimonio de todos los españoles independientemente de quien mande en España y reconoce que de haberse llevado a cabo habría sido un saqueo en toda regla contra el patrimonio español. Si es hoy con los políticos que tenemos…arrasan con todo cuanto tengan en su mano. Cosa que Negrín y Prieto, dignos dirigentes que hoy darían perfectamente el pego, robaron todo cuanto pudieron a manos llenas. Pero bueno, el tema de expolio artístico y del robo del oro del Banco de España por la República sería otro tema para hablar.
 
 
 

 
Azaña tras el reconocimiento de Francia y Reino Unido del gobierno de Franco dimite como presidente de la República. Marginado de las decisiones políticas, repudiado por los suyos, odiado por el enemigo, con su renuncia la II República queda formalmente muerta. Más que una renuncia es un certificado de defunción. Esta es la carta que escribe exponiendo sus motivos:

 

Excelentísimo señor:

Desde que el general jefe del Estado Mayor Central, director responsable de las operaciones militares, me hizo saber, delante del Presidente del Consejo de Ministros, que la guerra estaba perdida para la República, sin remedio alguno, y antes de que, a consecuencia de la derrota, el Gobierno aconsejara y organizara mi salida de España, he cumplido el deber de recomendar y proponer al Gobierno, en la persona de su jefe, el inmediato ajuste de una paz en condiciones humanitarias, para ahorrar a los defensores del régimen y al país entero nuevos y estériles sacrificios. Personalmente he trabajado en ese sentido cuanto mis limitados medios de acción permiten. Nada de positivo he logrado.

El reconocimiento de un Gobierno legal en Burgos por parte de las potencias, singularmente Francia e Inglaterra, me priva de la representación jurídica internacional necesaria para hacerme oír de los Gobiernos extranjeros, con la autoridad oficial de mi cargo, lo que es no solamente un dictado de mi conciencia de español, sino el anhelo profundo de la inmensa mayoría de nuestro pueblo. Desaparecido el aparato político del Estado: Parlamento, representaciones superiores de los partidos, etcétera, carezco, dentro y fuera de España, de los órganos de consejo y de acción indispensables para la función presidencial de encauzar la actividad de gobierno en la forma que las circunstancias exigen con imperio. En condiciones tales, me es imposible conservar, ni siquiera nominalmente, ese cargo a que no renuncié el mismo día en que salí de España, porque esperaba ver aprovechado este lapso de tiempo en bien de la paz.

Pongo, pues, en manos de V.E., como Presidente de las Cortes, mi dimisión de Presidente de la República, a fin de que vuestra excelencia se digne darle la tramitación que sea procedente.

Manuel Azaña.
 
 
 

 

Azaña en otro gesto noble lo que expresa es su voluntad de abandonar una causa perdida, abandonada y derrotada que solo va a traer más muertes inútiles. Pero cada cual en este circo republicano juega sus cartas.

Franco no ofrece pactos ni negociaciones de paz, como es lógico a mi entender. Después de todo lo acontecido y ahora que vas a perder me tiendes la mano…no amigo. Los comunistas son partidarios de aguantar, de morir matando, confiando en que el panorama internacional, a las puertas de comenzar una guerra mundial, de un vuelco que cambie las cosas. No hubo misericordia por ningún bando. El bando nacional después de soportar todo lo que fue la II República de crímenes, persecuciones, torturas, tenían muchas cuentas que ajustar con mucha gente con la cual iba a haber la misma piedad que ellos tuvieron con sus víctimas: ninguna. Los rojos incluso camino del exilio con la guerra perdida siguieron fusilando prisioneros como al obispo de Teruel.
 
 
 

Tras dimitir Azaña el cargo queda vacío, pues ya nadie quiere ser presidente de una República derrotada que apenas si existe.

 
Entonces empieza la puja entre los derrotados, entre los que quieren negociar una paz y los que prefieren seguir luchando hasta morir (generalmente los que estaban en buen refugio, no en una trinchera). Unos se largan. Los hoy idolatrados Negrín, la Pasionaria y toda esta gentuza se largan en avión huyendo para salvar el culo pero animando a los combatientes a seguir luchando en el campo de batalla. Azaña entre otros (Cipriano Mera, Casado y Besteiro) eran partidarios de negociar la paz y quitan el poder a Negrín a sabiendas que la guerra estaba totalmente perdida y buscaban benevolencia en el enemigo.

Llegados a este punto tengo que elogiar a una persona, “elogiar” entre comillas, pues sus ideas políticas poco tendrán que ver con las mías. Esta persona fue Julián Besteiro, aquejado de tuberculosis se negó a marcharse al exilio quedándose con los suyos, pues aunque había sido del Psoe y de la UGT no había matado a nadie ni había hecho nada malo, y por tanto según él no tenía nada que temer. Lo que no sabía el pobre hombre es que en una guerra civil máxime como la española no hay clemencia por todo cuanto lleva a un enfrentamiento entre hermanos. Se le consideró un rojo más sin excepción. De hecho desde el bando nacional se le dieron todas las facilidades para irse a sabiendas de que era una patata caliente, pues no tenía imputado ningún delito pero confrontaba con la idea de ajustar las cuentas a todos los responsables de los sucedido. No quiso y como digo se le trató como a cualquier otro. Murió enfermo en prisión.
 
 

Los últimos días de la guerra el conflicto casi era ya entre el bando Besteiro-Casado-Mera y los comunistas. Lamentable. Y mientras tanto el dimitido Azaña en París buscando quien le publique sus memorias, que parece ser que era lo que más le importaba.

 
Mientras todo esto sucedía los últimos republicanos que quedaban en España se amontonaban en el puerto de Alicante con la tormentosa esperanza de que apareciesen los barcos que les salvaran. Pero allí no apareció nada, lo cual dio lugar a una situación terrible en la que hubo hasta suicidios.






Besteiro como digo se negó a marcharse, a huir, pues como decía él mismo no había tenido ninguna participación en la guerra salvo la de intentar mediar por la paz al final, cuando todo estaba perdido para los rojos. Para él había esperanzas que le respetase el otro bando. En cambio para Casado y Mera les esperaba la cárcel y posiblemente el paredón de fusilamiento.

Que cosas de la vida que fue luego Besteiro, condenado a muerte y conmutada la pena por cadena perpetua murió enfermo en una cárcel en 1940, y Cipriano Mera, que posteriormente fue entregado a las autoridades franquistas, le fue perdonada la pena de muerte y tras cumplir su condena carcelaria se fue de España a trabajar como albañil a París, muriendo tres semanas antes que Franco en 1975. Los tres fueron tachados de traidores a la República. Hoy los listillos herederos de aquellos dirigentes los han vuelto a acoger en su seno, mintiendo y obviando el maltrato recibido.

Casado y Mera pensaron en apresar a 30-40 mil hombres desafectos a la República y apoderarse y destruir de ciertas minas de mercurio para negociar/intercambiar con Franco. Luego lo pensaron mejor y para no enfadar más a los que iban a ganar la guerra desistieron, apelando a la misericordia de los vencedores. Pero en una guerra civil donde se han cometido tales desmanes y atrocidades….poca misericordia puede haber. De hecho, qué demonios, sí la hubo, pues de 50 mil sentencias de muerte que hubo hasta el año 1942 se conmutaron la mitad. Personalmente creo que los rojos ni por asomo habrían tenido esa “bondad”. Vamos, no habrían perdonando ni un fusilamiento ni habrían dejado una Iglesia en pie.
 
 
 

 
Azaña a todo esto se entera del final de la guerra en Francia cerca de la frontera suiza, donde vive aislado de todo dedicado, cómo no, a redactar sus memorias.

Azaña se arrepiente y se duele especialmente de una cosa: de su apoyo al nacionalismo, especialmente al catalán. Les considera unos desagradecidos y unos desleales (sin comentarios).

La rebelión de Luis Companys en 1934, hay que recordarlo, le supuso la cárcel a Manuel Azaña y apunto le cuesta algo peor. Ahí se dio cuenta de que tipo de gentuza eran los de la Esquerra, vamos, como hoy, y mira que han pasado años y ha cambiado el mundo, pero siguen en las mismas.
 
 
 

Les apoyó hasta la victoria del Frente Popular en el 36. Después del estallido de la contienda, con Barcelona en manos de la CNT servida en bandeja por ERC donde Azaña estuvo cercado e indefenso, le hizo cambiar su percepción de las cosas. Pero calló como un cobarde, pensando ( a qué me recordará esto…) que los estatutos autonómicos que él había impulsado pondrían fin al problema separatista especialmente el catalán. En España no aprendemos y es terrible como las cosas hoy están igual sino peor que entonces, y lo más grave, ver como nuestros dirigentes siguen tropezando una, otra y otra vez en las mismas piedras del camino.
 
 
 

 
En sus memorias Azaña reconoce la realidad que hoy se oculta: que los que acabaron con la República no fueron Franco, Mola y los falangistas sino los propios rojos y los separatistas que ansiaban una guerra para dar rienda suelta a sus verdaderos propósitos criminales y políticos. Acusa a estos de deslealtad. Hoy a toro pasado cuánto podríamos decir de aquello. Deslealtad es una palabra muy light para definir lo de esta chusma.
 
 
 

Negrín responsabiliza y acusa a Azaña de haber perdido la guerra, lo cual le molesta bastante además de sentirse tremendamente solo, pues ninguno de sus amigos ha ido ni a visitarle a Francia. La Pasionaria, menudo mal bicho, llega más lejos en sus acusaciones contra Azaña. Y Azaña se da cuenta de que la historia la empiezan a contar otros por el mismo pero de forma muy diferente a la percepción que él tenía de los hechos.
 
 
 

En cierta ocasión definió al pueblo español de condición mular: incapaz de obedecer si no es a palos. Lo suscribo, somos así.

Azaña devuelve los coches oficiales a la España de Franco, lo cual y de nuevo lo repito una vez más, dice bastante de él, y por otro lado rehúye un encuentro con Alfonso XIII en Ginebra.

Con el detalle de los coches reconoce abiertamente que no hay mas España que la de Franco, un reconocimiento a los vencedores. No estuvo dispuesto a entregárselos a otros para que hiciesen negocios con ellos ni para financiar obediencias políticas.
 
 
 

No quiso reunirse con Alfonso XIII por su sectarismo, por el qué dirán y porque todo estaba tan reciente que en España aun se estaban ajustando las cuentas de los años de la República y de la guerra.

A todo esto Stalin y Hitler pactan para repartirse el pastel, Polonia y las repúblicas bálticas. No me imagino lo que debió suponer ese pacto para todos los que habían abrazado el comunismo como método antifascista. Algunos hasta se suicidaron en la cárceles, otros no se lo creían.
 
 
 

Una vez más la vileza política se hizo presente. La Pasionaria defendió el arrasamiento y el reparto de Polonia. La declaración de guerra de Inglaterra y Francia contra la Alemania nazi fue tachada por esta elementa como una nueva agresión del imperialismo burgués británico. Que tía tan asquerosa, tan falsa y tan nefasta por favor.
 
 
 

Azaña se traslada de residencia a otra más segura. No es que tuviese miedo pues confiaba en la fortaleza militar francesa. De salud estaba el hombre cada vez peor. Fatiga, mala cara…Fue un médico a verle y le recomendó hacerse pruebas del corazón y el resultado no puedo ser más desalentador: una grave enfermedad cardíaca conocida como corazón de vaca.

Alguna vez está a punto de morirse pero revive. Aun así en semejante estado de salud rememora las atrocidades de la guerra recordando una frase muy suya que denota el enorme sectarismo del personaje, en relación a la apelación de un allegado sobre las matanzas de curas y monjas, responde su famoso: "lo que ha hecho la Iglesia Católica en España no tiene perdón de Dios".
 
 
 

Esa frase junto a la aun más famosa: "todos los conventos no de Madrid no valen la vida de un republicano", deja a las claras el sectarismo de Azaña y su anticlericalismo. La frasecita se las trae por su irresponsabilidad, demagogia y estupidez. A la postre pienso que se arrepintió profundamente.

Ante la quema de Iglesias en Madrid Azaña quitó hierro al asunto, como si de cuatro chavalillos revolucionarios se tratase quemando papeleras. Y ante la presión de políticos y gobernantes de sacar las fuerzas de orden público a la calle para poner fin a tales atrocidades este reclamó que no iba a consentir que hubiese un solo muerto o herido por semejante estupidez (la quema de Iglesias por grupos descontrolados era una estupidez, una anécdota para Azaña, una quema de tres papeleras por la gracia de cuatro jovenzuelos aburridos). Amenazó incluso con dimitir si se sacaba a la Guardia Civil a la calle a poner orden.
 
 
 

Al final dada la gravedad de la situación se recurrió al Ejército para poner orden, pero Azaña se salió con la suya de no sacar a la Guardia Civil a la calle contra esos grupos de radicales. La revuelta acabó ipso facto, y allí donde hubo una pareja de agentes del orden no se tocó nada. Maura y Alcalá-Zamora amenazaron con dimitir, más tarde recularon aconsejados por otras personas.

Lo malo es que el mal ejemplo de Madrid había llegado a otras regiones de España. Donde hubo autoridad no pasó nada. Donde no la hubo camparon a sus anchas los frentepopulistas. En Málaga fueron acompañados por las autoridades que les permitieron (sic) quemar solo una Iglesia en las afueras. Tras quemarla con el visto bueno de las autoridades los ánimos y la exaltación fue en aumento y el resultado fue que los 22 templos religiosos de Málaga ardieron.
 
 
 

No toda pero si gran parte de la responsabilidad de aquello fue de un Azaña preso de su propio sectarismo  y por consiguiente responsable de lo que vino más tarde. Unos habían probado la sangre y querían muchísima más, los otros no pudieron hacer nada en ese momento pero vieron el peligro que acechaba y además tomaron nota por si algún día cambiaban las tornas devolver la visita, y la lo creo que se devolvió.
 
 
 

Luego, la tercera frase en discordia de Azaña, aquel “España ha dejado de ser católica” acabó de sentenciar a muchos ciudadanos aun expectantes de ver qué pasaba. Azaña era conocido como “El Ogro” o “El monstruo” y con razón. Había lanzado un guante a la media España católica que esta había de recoger indudablemente.
 
 
 

No entiendo como una persona como Azaña, respetuosa en el ámbito privado con las ideas y creencias de los demás pudo llegar a tal nivel de sectarismo en lo público. No entiendo como una persona como Azaña pudo llegar a tal nivel de desfachatez y de populismo para decir el que era o no era España. Sin duda esto de lo que hablo fue lo que se le llevó por delante  lo que le creo la imagen de ogro entre los suyos y los no suyos.
 
 

Un año más tarde cuando se produjo un levantamiento anarquista en Manresa no dudó en mandar a las fuerzas del orden y en sus palabras “no tardarían 15 minutos en poner orden”. Qué diferencia con el Azaña de hacía un año, cuando decía que todos los conventos de Madrid no valían la vida de un republicano.

Ya daba igual. A las derechas las tenía ya en contra y por entonces empezó a ganarse también la antipatía de las izquierdas.
 
 
 

 
La primavera de 1940 trae una mejora en la salud de Azaña y la derrota, la invasión de Francia, ante lo cual sopesan irse a América cuando no lamentan no haberlo hecho antes. Pide ayuda al último embajador estadounidense durante la República para embarcar en un barco puesto a disposición de todos los súbditos americanos en suelo francés.

Aquí ya hay un Manuel Azaña más humano, arrepentido de los errores propios y ajenos, asqueado, dolido por la cruenta guerra civil.

Pero Hitler invade Francia y llega hasta París, la ciudad donde creía que pasaría el resto de su vida. Este se teme ser capturado y entregado a Franco o incluso secuestrado por agentes españoles para trasladarle a España para someterle a juicio donde le esperaría la cárcel y posiblemente la muerte.
 
 
 

Un día recibe una inesperada visita, nada menos que el nefasto Juan Negrín. Azaña le agradece la visita expresándole que ya ha hecho más por el que algunos que consideraba amigos. Negrín le dice que hay un barquito en Burdeos con dos plazas para escapar. Ni su mujer ni sus allegados podrían viajar. Hay que recordar que Azaña está gravísimo, y ha de tomar una decisión terrorífica: largarse a riesgo de morir en el camino debido a su delicado estado de salud, o morir en Inglaterra solo, sin su mujer de la que tanto dependía, o quedarse allí a riesgo de que le trincasen y le mandasen a España para ser juzgado, lo cual era casi la peor opción, pues como decía su mujer, Lola, le iban a atar una soga al cuello y hacerle andar de rodillas por la puerta de Alcalá.

De Juan Negrín decir que era un pájaro de cuidado, un ser nefasto, un sinvergüenza de tomo y lomo y un ser indeseable. Fue el instrumento de Stalin en España, despreció los intereses de los españoles y de su partido, el Psoe, y utilizó el dinero público para sus fines políticos particulares. Como médico que era no se que tal profesional sería, pero está claro que por motivos que no voy a enumerar aquí aparte de los ya mencionados fue un político lamentable. Mención aparte fue el gran responsable del saqueo del oro del banco de España enviado a la Unión Soviética de Stalin. Las reservas de oro en España era la mayor tercera del mundo y este hecho ya no es de ser un político nefasto sino de un auténtico ladrón y sinvergüenza sin escrúpulos.
 
 
 

Fomentó y propició la detención, tortura y asesinato de agentes socialistas, comunistas y republicanos antiestalinistas por parte de los agentes de Stalin (Andreu Nin por ejemplo) acusándoles de colaborar con Franco. En esto quiero hacer énfasis porque esto era el bando rojo, ésta era la democracia y la libertad que promulgaban entonces y disimuladamente, y a veces ni eso, promulgan ahora los que mandaban entonces y los que mandan ahora. A ver si los que tanto presumen de rojos y de segundarepublicanos leen también estas cosas aparte de los juicios de un bando solamente, pues en sus propias filas tienen para escribir varias enciclopedias.
 
 
 

Volviendo al tema, Azaña rechaza la oferta de Negrín. Un día sale en una ambulancia del palacete donde vivía rumbo a otra parte, donde unos días más tarde acudieron agentes de la Gestapo y agente españoles para detener a Azaña y al no encontrarlo detienen a los que allí estaban, entre ellos su amigo del alma Cipriano Mera. Cipriano Mera fue el único amigo verdadero que tuvo, y hay hasta quien les acusa o señala de haber sido algo más que amigos. Yo ahí ya ni entro ni salgo, pero más bien no me lo creo.
 
 
 

Cuando Azaña se entera de la detención de su amigo le afecta tanto que le da un leve infarto cerebral. Azaña ya hay que decir que realmente está en un estado de salud malo con mejores puntuales. Aun así media con las autoridades francesas para su liberación, aunque todo intento es en balde.

Está cada vez más acorralado por agentes españoles y falangistas. Se plantea trasladar a Azaña a Vichy para ponerlo bajo protección mexicana. Trasladado a un hotel sufre otro infarto cerebral aun más grave que el anterior. Se espera la muerte de Azaña pero una vez más revive, pero esta vez con secuelas. Ya no puede anda, ni hablar y ha perdido la razón. Y así unos de los mejores oradores del siglo XX había perdido el habla, y el hombre que todo lo apelaba a la razón había perdido el juicio. Las dos mayores virtudes a las que él recurría le habían abandonado, aunque pudiese papurrear algunas palabras y andar muy poquito.
Esporádicamente recuperaba la razón o decía algo coherente, se acordaba de los republicanos presos en campos de concentración franceses, pero se había vuelto loco, aunque sin signos de violencia. A veces se lanzaba él solo, como Don Quijote de la Mancha, pasillo adelante, dispuesto a esquivar a los nazis para salvar a sus compatriotas o entraba en pánico diciendo que le habían cambiado la habitación porque le habían secuestrado como a su cuñado y amigo Cipriano.
 
 
 

Por momentos se canceló la persecución contra Azaña pensando que iba a morir, aunque al recuperarse se reanudó la operación. Pero extraditar a Azaña a España para juzgarle no era tan fácil. La muerte le salvó del último intento donde estaba ya todo planeado.

Antes de morir se produce un episodio que aun hoy es puesto en tela de juicio, y es la conversión del personaje a la fe católica.

Unos lo niegan, alegando que es un intento de salvar la imagen demoniaca de Azaña, otros lo achacan a una invención católica o a mera propaganda franquista. Incluso se habla de quien lo atribuye a un milagro a quien simplemente lo toma como una muestra de su delirio antes de morir. Como realmente fue… nunca lo sabremos. Que cada cual según sus propias ideas crea o más oportuno.
 
 
 


El caso es que Manuel Azaña recuperó la fe antes de morir, besó el crucifijo y se reconcilió con Dios. Tuvo una muerte cristiana, aunque el entierro pese a estar preparado cristianamente en la Catedral fue civil. Todos los gastos del entierro fueron pagados por Mexico, país donde la masonería tenía mucho poder. Recordar que Manuel Azaña era masón, quizás más por ganar importancia política que por convicciones propias.

3 de Noviembre de 1940 a las 11,45 de la noche muere definitivamente Manuel Azaña. El 5 de Noviembre es enterrado, prohibiéndose por parte de las autoridades francesas que se cubriera el féretro con la bandera republicana, por lo que para no dejarlo desnudo se puso la de Mexico. Al entierro acudieron muchos españoles exiliados, algunos excombatientes incluso en muletas, tullidos o perseguidos por aquel entonces.
 
 
 

Como pasa siempre y más tratándose de un lugar tal pasional como es España se pasó del Azaña negro del franquismo al Azaña más blanco e inmaculado de la transición. Ni el uno ni el otro.
 
Para terminar quiero decir de Azaña, aunque seguramente no sepa expresar en palabras lo que siento, que no me parece un ser indeseable ni censurable como Negrín, la Pasionaria o Carrillo. No fue un antiespañol como muchos otros, no era comunista, protegió el patrimonio nacional y reconoció la derrota republicana, reconoció a los vencedores e intentó mediar para que no hubiese más sangre. Creo que se dejó llevar por la ola de anticatolicismo de la época y del lado de la balanza en la que él estaba pronunciando algunas frases de extrema gravedad e irresponsabilidad que a buen seguro se arrepintió profundamente, y cometió errores de bulto como no atajar la quema de Iglesias que a la postre se extendió por toda España y entonces fue imposible de parar, y así de una cosa se llegó a la otra, y luego a otra...y la cosa acabó como acabó.
No me importa que se analice la figura de Azaña desde el rigor histórico, pero creo que su imagen, hoy quizás más que antes, sea claramente prostituida por los que continuamente se empeñan en sacar el trapo tricolor y ensalzar las chekas. No nos engañemos, muchos de los que reivindican la figura de Azaña serían los mismos que de haber vivido en el año 36 le habrían considerado un traidor, un cobarde y un apestado de la causa roja.
 
Como siempre he pensado, de las personas hay que intentar quedarse con lo bueno, y de Azaña hay que quedarse con su parte buena, racional, moderada y no sectaria. Paz, Piedad y Perdón. Que se lo apliquen algunos hoy.
 
Algunas frases que retratan al personaje y que ayudarán a entender mejor al personaje son la siguientes, con las cuales cierro esta entrada.
 
Calificando la política republicana de izquierdas: "política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta"; en sus diarios, una y otra vez, trata a los políticos que le rodean de "obtusos", "loquinarios", "botarates", "gente impresionable, ligera, sentimental y de poca chaveta", insufrible por su "inepcia, injusticia, mezquindad o tontería".
 
 
"Cuando los españoles puedan emplear en cosa mejor este extraordinario caudal de energías (...) sustituirán la gloria siniestra y dolorosa de la guerra. Y entonces se comprobará, una vez más, lo que nunca debió ser desconocido por los que lo desconocieron: que todos somos hijos del mismo sol y tributarios del mismo río"
 
 
"La guerra está perdida; pero si por milagro la ganáramos, en el primer barco que saliera de España tendríamos que salir los republicanos, si nos dejaban."
 
 
"No quiero ser presidente de una República de asesinos."
 
 
"Vendría a ser, sin duda, el pueblo catalán un personaje peregrinando por las rutas de la historia en busca de un Canaán que él solo se ha prometido a sí mismo y que nunca ha de encontrar."
 
 
"Y si esas gentes van a descuartizar a España, prefiero a Franco. Con Franco ya nos entenderíamos nosotros, o nuestros hijos, o quien fuere, pero estos hombres son inaguantables. Acabarían por dar la razón a Franco" (atribuyéndoselo a Negrín).
 
 
"Cada hombre es un misterio impenetrable en vida y en muerte."
 
 
"El museo del Prado es lo más importante para España, más que la Monarquía y la República juntas."
 
 
"La vida ofrece a cada criatura su copa de amargura."
 
 
"Ni todos los conventos de Madrid valen la vida de un republicano."
 
 
"No me importa que un político no sepa hablar, lo que me preocupa es que no sepa de lo que habla."
 
 
"Quiero republicanos para la República".
 
 
"Si los españoles hablásemos sólo de lo que sabemos, se generaría un inmenso silencio, que podríamos aprovechar para el estudio."
 
 
"La libertad no hace ni más ni menos felices a los hombres; los hace, sencillamente, hombres."
 
 
 
 
 
 
 
 

 

2 comentarios: