El miércoles por la tarde, harto de aburrimiento salí de casa a comprar una
cosa y por el camino me he encontré con una persona, un amigo porqué no
decirlo así, antiguo entrenador mío de fútbol en juveniles. Una persona
excelente del que solo puedo decir cosas buenas de ella y de la cual guardo el
mejor de los recuerdos y me encanta encontrármela de vez en cuando por la calle
para charlar cinco minutos.
Entonces me ha dado una mala noticia y es el fallecimiento de una persona
del club en el que jugué durante diez años y donde me formé como la persona que soy, desde los diez años hasta los 20 y
donde luego pasé como entrenador un año.
Esa persona que falleció el pasado mes de Noviembre llamada Pedro, fue…fue todo en
ese club. De repente se encontró mal, fue al médico donde le mandaron directo
al hospital. Ingresó allí y en 20 días murió de un cáncer. Tan duro y real como
la vida misma.
Fue mi entrenador varias temporadas. Querido a veces, repudiado otras, como
la vida misma. Pedro no solo entrenaba, también era el secretario técnico del
club, oficinista, recepcionista, director deportivo, jardinero, camarero, lavaba
la ropa, la colocaba, llevaba las cuentas, pagaba, llevaba a los chicos en el
coche….. Podría llenar cinco páginas contando todo lo que hacía Pedro en el
club. Y todo lo hacía GRATIS. Si señores, gratis. Sin cobrar nada. Era
simplemente su vida y allí llevaba haciéndolo lo menos 25 años. Poseía un pequeño bar en Canillejas, era su trabajo.
Madridista al 100%, enamorado de jugadores como Pujol y Morientes, sus dos
preferidos.
Seguramente Pedro no fue el mejor entrenador que ha pasado por el club, doy
fe de ello. Tampoco sería la persona más simpática que he conocido, ni la más
abierta, ni la más…pero era sencillamente Pedro, la más entregada. Un hombre
que amaba el fútbol y amaba a aquel club más que su propia vida. Un hombre que
dedicó su vida al servicio de los demás sin esperar un gracias, al igual que
Isidro.
Le encantaba tomar las riendas de los equipos cuando la cosa se ponía fea y
había que sacar el látigo. Le encantaba meter cuatro voces en el vestuario en
el descanso para hacer reaccionar al equipo. Le encantaba tomar el mando y
mandar, ser la autoridad. Le encantaba recordar qué significaba el escudo que
llevábamos en el pecho, recordarnos que nadie estaba sobre las siglas del club
fuera quien fuera. Le encantaba recordarnos lo que significaba ponerse aquella
camiseta. Le encantaba soltar al algún improperio en la banda cuando el árbitro
empezaba a pasarse de la raya. Tengo mil recuerdos de él. Diez años yendo a
entrenar tres veces por semana y jugando el partido el fin de semana dan para
muchísimo.
Recuerdo cierto verano que estaba ya muy quemado por circunstancias que no
vienen al caso y me fui a hablar con él a la oficina pensando en cambiar de
aires, marcharme a otro club. Mes de Julio. No estaba en la oficina. Estaba regando las plantas de un
invernadero que se sacaron de la chistera para vender plantas y financiar los
gastos del club. Como veis no engaño: jardinero, y de jardinero a secretario
técnico y de secretario técnico a telefonista y de ahí a mozo de almacén para
terminar de conserje. Pedro hacía de todo. Mantuvimos una agradable charla,
casi de amigo a amigo, porque en la cercanía era un hombre que te convencía, y
me convenció para que me quedase. En otra ocasión egoístamente me quejé por no
ser titular, digo egoístamente pues ahora con los años creo que no estaba dando
ni por asomo lo mejor de mí sobre el campo, y él volvió a calmarme dándome
confianza y prometiéndome minutos.
Recuerdo en otra ocasión que a mitad de temporada nos visitaba el líder.
Nosotros estábamos haciendo una campaña discreta, íbamos hacia mitad de la tabla
tirando hacia arriba. Recuerdo que se tiró toda la semana repitiendo que íbamos
a ganar al líder. Ninguno le tomamos en serio. Pues ganamos. ¡Qué partidazo y
qué emoción!
En otra ocasión recuerdo que era la última jornada y nos jugábamos el
ascenso de categoría. Teníamos que ganar, solo nos valía la victoria. Empezamos
perdiendo y a falta de diez minutos empatamos tras todo el partido asediando la portería rival sin éxito. El equipo se echó adelante
buscando desesperadamente el segundo gol. Recuerdo que yo, jugando de defensa
quedé atrás prácticamente solo junto al portero y un lateral, y cada
contragolpe del rival era prácticamente un uno contra uno, una ruleta rusa. Cada vez que me venía el balón temblaba pues el resto ya apenas si podían bajar a ayudar. Y en el
minuto de descuento…¡penalti a favor nuestro! Recuerdo que a Pedro tuvieron que
llevársele del campo porque estaba a punto de sufrir un paro cardiaco sin
exagerar nada. Gol, final del partido y ascenso conseguido.
Recuerdo que en otra ocasión, a final de temporada se celebraba un torneo
memorial en recuerdo de otra persona que no conocí y que falleció en un
entrenamiento en el mismo campo de fútbol. Normalmente para los que hemos
mamado el club desde abajo sabemos de la importancia de ese partido, un valor
simbólico, donde además solían invitar a equipos de primer nivel como el Rayo
Vallecano, el Atlético de Madrid o el Real Madrid por lo que además eran un buen escaparate.
Yo por aquel entonces jugaba en el Juvenil B y me entrenaba la persona de
la que hablé al comienzo que me dio la mala noticia del fallecimiento de Pedro.
Este entrenaba al Juvenil A. Nosotros ese año jugamos contra el Coslada, que no
era un equipo ni mucho menos de primera fila, pero tampoco era moco de pavo.
Vinieron a darse un paseo y salieron escaldados, porque les ganamos tras un partidazo de mayúsculas. Recuerdo
que jugamos un partidazo impresionante que bien pudo ser un resumen de aquel fantástico año que conseguimos también el ascenso de categoría. Cuando acabó el partido vino Pedro a hablar conmigo para decirme que
viniese al día siguiente Domingo a jugar con ellos, con los mayores, con el
Juvenil A. El Juvenil A jugaba con el Atlético de Madrid y con el Real Madrid.
Yo no me lo podía creer. Me tiré todo el sábado descansando para estar al día
siguiente lo mejor que pudiese recuperar el cuerpo. La verdad fui muy agradecido
a Pedro por la confianza depositada en mi, pues jugadores tenían de sobra donde elegir y en su propio equipo, pero
no albergaba mucha esperanza de jugar mucho tiempo pues yo allí era el último
mono. Primero partido contra el Real Madrid, da la alineación titular y
aparezco en ella. No me lo creía. Tras un percance con los cordones de las
botas que algún día contaré recuerdo que jugué un partidazo espectacular. Salí muerto de cansancio
pero totalmente satisfecho de haber cumplido más que sobradamente. La única
pega era que si había jugado el primer partido el segundo ya no le jugaba, pues
normalmente la norma del club era hacer dos equipos para que jugásemos todos
aquel día tan especial y no hacer a nadie de menos. El segundo partido era contra el Atlético de Madrid y
yo nunca había jugado con el Atleti, asique me quedaría con las ganas. Entramos
al vestuario, dice la alineación donde cambia a todo el equipo salvo a dos:
uno de ellos yo. Alucinaba la confianza que tenía en mi y que yo siendo
el último mono en llegar fuese a jugar el partido más mediático de la
temporada, el que todos querían jugar. Muy cansado salté al campo, compensando
el desgaste de llevar dos partidos en menos de 24 horas al máximo rendimiento y a punto de jugar el
tercero con la tremenda ilusión y la fe ciega de demostrar mi valía y de saber que aquello que estaba sucediendo lo recordaría toda la vida. No
recuerdo ya cómo quedamos (creo que perdimos como es lógico ante un equipo de
tal envergadura) pero volví a jugar un partido sensacional evitando una goleada
mucho mayor. Pedro fue el artífice de que hoy pueda contar con tanto cariño
aquellas jornadas inolvidables gracias a la confianza que depositó en mí.
Anécdotas de él hay mil más como para estar hablando un mes.
Isidro fue el presidente, el mandamás. El que creó la idea y fundó el club
desde la nada, nuestro particular Santiago Bernabéu.
Siempre en el despacho, siempre descamisado hasta el tercer-cuarto botón,
liado con un montón de papeles de fichas, reconocimientos médicos, facturas,
asuntos municipales o sabe Dios qué, pero siempre trabajando para el club, para
nosotros. Cómo no pudo tener hijos adoptó a dos niños, uno de ellos deficiente
que falleció en un trágico accidente.
Puedo contar un montón de historias. Cómo cuando volví al club y me recibió
con los brazos abiertos o sus habituales palabras en las comidas de final de temporada.
Recuerdo de niño el primer año que jugué al fútbol 11 en este equipo que el campo quedaba
cerrado por un muro de ladrillo perteneciente a una base militar cercana. El
ayuntamiento lo derribó para ensanchar la calle con la promesa de levantar un
nuevo muro. Como era de esperar no cumplieron su promesa y cuantas veces
tuvimos que ir al ayuntamiento a manifestarnos para pedir la dichosa valla. Él
estaba detrás de aquello. No había intereses políticos, ni personales. Había
puro altruismo. Al final pasado un año y pico y tras muuuuucho dar la murga nos
pusieron la dichosa valla.
Gracias a esas dos personas, entre otras tantas como Ignacio que también
siempre andaba por allí ayudando en cualquier cosa, aquel que atendía el bar
que no me acuerdo como se llamaba (creo que le llamaban “el pali” de paliza, quizás era un tío muy pesado), el “chuchi”, un tío admirable, encargado del mantenimiento, un tipo
que iba allí a TRABAJAR un sábado o un domingo a las 8 de la mañana en lo que nadie quería hacer (poner las redes,
alisar el campo, pintar las líneas etc…), las mujeres de Isidro y Pedro y
algunas más que iban a lavar la ropa, secarla, doblarla y colocarla. Gracias a
estas personas el club como entidad es hoy lo que es, un club muchísimo más
grande que aquel que yo conocí de niño en el año 94 cuando llegué allí, total
solo han pasado 21 años.
Gracias a ellos ahora en el club juegan el doble de chicos que cuando yo
empecé, gracias ellos hoy no empiezan en
alevines con 10 años sino que empiezan desde chupetes con 4 o 5 años con muchos más medios, gracias a
ellos hoy hay un equipo femenino, gracias a ellos tenemos un himno, gracias a
ellos los jugadores pagan una cantidad ridícula para jugar al fútbol porque ya
por el volumen y los gastos es imposible mantener aquello sin una mínima aportación,
gracias a ellos donde ayer había un campo de tierra hoy hay un señor campo de
césped artificial precioso y no solo el
propio terreno de juego que ojalá le hubiese podido disfrutar yo sino los
alrededores. Gracias a ellos el club es hoy lo que es.
Cuando yo empecé a jugar al fútbol en este equipo en el año 1994 con diez
años (pues a jugar empecé en el equipo del colegio con 8 años año 1992) aquello
era la mitad de la mitad de lo que es ahora.
Cuando yo empecé a jugar no había campos de césped sino de tierra. El día
que jugabas en un campo de césped era algo anecdótico, histórico, algo para
contar a tus nietos. Hoy en lugar del campo de tierra donde he tragado barro y
polvo en cantidades industriales durante dos lustros hoy hay un campo de césped
artificial impresionante donde no se hacen charcos y donde el que es un manta
no tiene la excusa del campo y de que el balón me ha botado mal.
Cuando yo llegué allí los alrededores, el recinto en sí era un lugar
abandonado, repleto de chatarra y mierda donde se formaban barrizales con la
lluvia y donde los hierbajos crecían a su antojo. Hoy hay jardines, baldosas,
vallas, rosales, un invernadero.
Cuando yo empecé a jugar los vestuarios eran los antiguos vestuarios de los
trabajadores de la fábrica que existía antaño en los terrenos donde hoy está el campo de
fútbol. Hoy hay unos vestuarios de primera a pie de campo. Cuando yo jugaba los
últimos no tenían agua caliente para ducharse porque el termo no daba más de sí.
Cuando yo jugaba no cobraban dinero a los chicos que jugábamos al fútbol.
Aquello sí que era cuadrar las cuentas. Aquello sí que era el milagro de los
panes y los peces, sacar tanto de tan poco. Igual que nuestros políticos.
Algunos se podían aplicar el cuento. Eso sí que era economía con mayúsculas.
Recuerdo que cuando jugábamos en casa al finalizar el partido, sea cual
fuera el resultado nos daban un bote de Coca Cola o de Fanta gratis y a veces
hasta un bocadillo si era un caso excepcional. Para mi de niño aquello era….no puedo expresarlo…como si
ahora me invitasen a comer en un restaurante. Una Coca Cola por 20 niños por no
se cuantos equipos…es mucho dinero para un club humilde.
Recuerdo que al finalizar cada temporada se hacía una comida de todo el
club en un restaurante donde TODOS y lo repito con mayúsculas, en negrita y
subrayado TODOS los chicos
que jugábamos ( unos 200 jugadores aprox) nos invitaban a comer y además se repartían trofeos entre los que
habían hecho méritos para conseguirlos: al máximo goleador, pues el fútbol no
sería fútbol sin los goles, al jugador más regular (el crack del equipo), y al
jugador más deportivo, galardón que en diez años gané dos veces y que conservo
como si de la bota de oro se tratase.
Todo eso era GRATIS para nosotros. No teníamos ni que llevarnos la
equipación a casa para lavarla porque la lavaban allí ellos. Y todo eso era gratis por gente
como Pedro y como Isidro, dos personas que trabajaron como mulas para levantar
y no solo levantar sino mantener aquello y hacerlo crecer hasta convertirlo en
lo que es hoy.
Dos personas que con su trabajo desinteresado consiguieron alejar a muchos
chicos de malos hábitos y malas compañías teniéndolos allí haciendo deporte.
Para ellos no hay estatuas, ni reconocimientos. Para los terroristas y malnacidos
que ha dado este país no faltan homenajes, calles, plazas y plazuelas.
En confianza lo digo. Sé que mucha gente de mi alrededor, gente querida de
mi familia y amigos consideran el fútbol un deporte de masas, de borregos donde
se mueven muchos intereses y donde no son capaces de ver más allá de 22 tíos
millonarios dando patadas a una pelota. Es cierto que el fútbol se ha convertido en un deporte de millonarios, pero el fútbol al que yo he jugado y el fútbol al que juegan la mayoría de los chicos no es ese deporte de miles de millones en fichajes, y eso es lo que ellos no saben porque hablan sin saber.
A mí el fútbol en el club que levantaron Pedro, Isidro y otros muchos me ha
enseñado muchísimo en la vida. Me ha enseñado a saber ganar y a saber perder.
Me ha mostrado lo dura que puede llegar a ser la vida. Me ha enseñado a
controlar mis ansias y mis impulsos, a competir, a jugar en equipo, a luchar
por un objetivo común aportando personalmente lo que está en tu mano. Me ha
enseñado lo que cuesta ganar las cosas. Me ha enseñado a tener mi momento pasajero
de gloria, pues la gloria siempre es pasajera, y a aceptar y alegrarse cuando
ese momento le llega a otro compañero. El fútbol me ha enseñado lo bondadoso o
lo ruin que puede ser otro compañero. Me ha enseñado lo mejor y lo peor de la
especie humana.
Gran parte de lo que soy como persona se lo debo al fútbol y eso es lo
mismo que decir que se lo debo a personas como Pedro e Isidro.
Descansad en paz.
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